Una de las instituciones gubernamentales que vivió grandes reformas durante la década de los 80 fue, sin duda, la educación pública. Estas reformas establecieron que los colegios públicos ya no estuvieran bajo la dirección del Ministerio de Educación, sino bajo control de las municipalidades. Además, los colegios subvencionados comenzaron a recibir el mismo financiamiento que las escuelas públicas. En teoría, la naturaleza de libre mercado de estas reformas permitiría a los estudiantes (y sus padres) elegir libremente; sin embargo, como demuestra el modelo chileno de educación, se permitió de manera involuntaria que las instituciones educacionales comenzaran a actuar como entidades del sector privado. Las escuelas privadas trataron de maximizar sus ganancias y minimizar costos a través de la fijación de precios, y siendo muy selectivos en sus procesos de admisión. Los estudiantes provenientes de familias de un estrato socioeconómico más alto requieren de menos recursos escolares y obtienen mejores resultados; por lo tanto, este modelo inherentemente recompensaba a los padres y familias de clase alta, en desmedro de quienes eran menos afortunados.
Dada la composición socioeconómica de la sociedad chilena y el bajo grado de movilidad social y económica existente, un resultado tal vez indeseado de estas reformas fue la intensificación de las brechas educacionales. Según The Economist, uno de los informes de PISA de la OCDE clasificó a hace unos años a Chile en el lugar 64 de un ranking de 65 países con respecto a la diferencia de resultados según clase social. Evaluaciones como éstas, junto a la frecuente presión de la sociedad, son factores que gatillaron las nuevas reformas educacionales implementadas por el gobierno de Bachelet este año.
Es importante que Chile implemente un modelo que asegure un sistema de admisión escolar óptimo, manteniendo la transparencia y la justicia del proceso
Un cambio clave introducido en las nuevas reformas, como señala el investigador del MIPP, Juan Escobar, es asignar al Ministerio de Educación el rol de coordinador público, esperando que éste actúe como un regulador imparcial cuando se trata del proceso de admisión escolar, basado en las preferencias de los padres. Escobar enfatiza que para que la reforma funcione, es importante que Chile implemente un modelo que asegure un sistema de admisión óptimo, mientras mantiene la transparencia y la imparcialidad. Los modelos actuales que se utilizan en otros países necesitan ser cuidadosamente analizados y entendidos, de manera que se pueda evitar efectos negativos a largo plazo resultantes de la implementación de modelos menos óptimos.
Encontrar el modelo correcto que optimice el proceso de admisión en los colegios fue el tema de un reciente seminario del MIPP, dictado por el economista Tayfun Sӧnmez, basado en su trabajo con Atila Abdulkadiroğlu, titulado “School Choice: A Mechanism Design Approach” (Admisión escolar: una perspectiva del Diseño de Mecanismos). Durante su presentación, Sӧnmez entregó un resumen detallado sobre la historia de los modelos de admisión escolar en Boston, desde principios de la década del 70 hasta el presente. Originalmente, la asignación de estudiantes en las escuelas de Boston (y otros lugares dentro y fuera de los Estados Unidos) se realizaba en base a la proximidad geográfica de los estudiantes con el colegio, restringiendo el enrolamiento de los alumnos solamente a escuelas dentro de su distrito. Este modelo no afectó necesariamente a familias adineradas, las que por lo general pueden pagar los costos de reacomodación en un distrito con mejores colegios (o postular a colegios privados), pero sí significó una carga pesada para familias de menos recursos y sus hijos. En décadas pasadas, mientras el efecto de este tipo de modelos se volvía evidente, los legisladores comenzaron a tomar en cuenta la necesidad urgente de un nuevo mecanismo: uno que priorice las necesidades y preferencias de cada estudiante, y las preferencias de cada colegio.
Lo que siguió fue el (antiguo) “Mecanismo de Boston” –conocido también como el “mecanismo directo”-, el cual requería que los estudiantes priorizaran las escuelas de acuerdo a sus preferencias. Después, cada colegio enumerado asignaba a los estudiantes un puntaje basado en un conjunto de jerarquías predeterminadas, incluyendo proximidad con el colegio y otros factores importantes. Los estudiantes con la misma puntuación eran después ordenados al azar. En este último paso, el “mecanismo directo” hacía que los estudiantes se agruparan según su preferencia de colegio y continuaba asignando alumnos a la primera opción por ellos escogida, hasta que todas las vacantes se ocupaban. El resto de los estudiantes en cada grupo era asignado a vacantes en colegios que ellos enlistaban como segunda opción, y bajaba a través de la lista hasta que todos los estudiantes tuvieran su lugar.
Pero como los resultados del trabajo de Sӧnmez indican, el mecanismo de Boston presenta una falla mayor – aun cuando se sigue utilizando en algunos lugares-: no es inmune a la manipulación. Dado que las escuelas tienen capacidad restringida, es inevitable que algunos estudiantes no se matriculen en sus opciones prioritarias, y esto conlleva que algunos padres traten de manipular el sistema al no ser honestos con sus preferencias. Los autores correctamente señalan que este método involuntariamente incentiva a los padres a “engañar el sistema”, pues ellos no revelan sus opciones principales con la esperanza de poder matricular a sus hijos en colegios mejores calificados. Esto afecta especialmente a los alumnos de menos recursos o con familias de menos educación, quienes no tienen necesariamente las herramientas para manipular a través de estrategias. Una extensión de este modelo, el “Columbus Student Assignment Mechanism”, que intentó corregir algunos problemas inherentes al modelo Boston, también falló al entregar una estrategia de admisión óptima para los estudiantes, creando un sistema ineficiente.
“La perspectiva del Diseño de Mecanismos asegura que las familias de menos recursos tengan una oportunidad justa de educarse en el colegio que ellos escojan”
La experiencia de Boston muestra que la asignación de los estudiantes a los colegios no es una tarea fácil. Lo que proponen los autores como solución a este persistente problema es una aproximación hacia el Diseño de Mecanismos, basado en el mecanismo de Gale-Shapley, ganador del Nobel, utilizado ya por algunas universidadesBajo la perspectiva del Diseño de Mecanismos, una autoridad central (en este caso, el Ministerio de Educación en Chile), debe implementar un algoritmo que considere las preferencias de los estudiantes y la capacidad del colegio, de manera que se pueda llegar al mejor emparejamiento. Este modelo utiliza el concepto de estabilidad (“justified envy elimination”) para garantizar que un estudiante con la prioridad más alta siempre consiga un lugar, a menos que reciban una oferta por parte de un colegio mejor. El artículo prueba que este criterio de admisión asegura que cada estudiante logre mejores circunstancias, mientras honra estrictamente las prioridades del planificador central. El diseño elimina el incentivo de manipular el proceso de admisión, dado que revelar las verdaderas preferencias es la opción óptima de cada padre, por lo que no hay necesidad de jugar con el sistema. Al eliminar la posibilidad de que se engañe el sistema, con la esperanza de un mejor resultado, este mecanismo simplifica de manera significativa la exhaustiva tarea de asignar estudiantes a los colegios de su preferencia. También asegura que los estudiantes de familias de menos recursos, y aquellos que no manejan las estrategias para manipular el proceso, obtengan una posibilidad justa de ser educados en el colegio que ellos escojan.
La perspectiva del Diseño de Mecanismos, basada en el algoritmo Gale-Shapley ha sido implementada y utilizada en grandes ciudades de los Estados Unidos, y en varias municipalidades en Gran Bretaña y en España. La primera ciudad en adoptar este modelo, fue Boston en 2005, reemplazando el anterior Mecanismo de Boston después de un largo debate comunitario, gatillado por la rigurosa crítica que Sӧnmez y Abdulkadiroğlu expusieron en su trabajo.
Las reformas en educación no son sólo una costosa carga para los presupuestos gubernamentales, sino también un factor decisivo en el bienestar de las naciones. De esta manera, es imperativo que dichas reformas se encuentren bien diseñadas. Como concluye el investigador del MIPP, Juan Escobar, “las reformas educacionales son una buena oportunidad para usar metodologías modernas para diseñar un sistema de admisión escolar que otorgue efectivamente a las familias el acceso igualitario a la educación, y por lo tanto, a mejores vidas”.