Señor Director:
Quisiera precisar a sus lectores que el llamado «binominal» era un sistema proporcional d’Hondt, como el de ahora. La diferencia se encuentra solo en el número de parlamentarios que se eligen en cada distrito, que eran dos en el sistema anterior y es mayor ahora (y variable). Este último aspecto, si bien garantiza mayor representatividad, favorece la fragmentación política.
En lugar de polémicas estériles y poco informadas, debiéramos preocuparnos de la capacidad de las instituciones de lidiar con esta fragmentación del panorama parlamentario. Ninguno de los dos candidatos tendrá una mayoría parlamentaria clara a su favor, lo que dificultará la realización de los programas. Los números indican que Sebastián Piñera, en el caso de resultar elegido, tendría una mayoría parlamentaria hostil. Alejandro Guillier podría tener el apoyo de una mayoría todavía más heterogénea que la actual.
Frente a la nueva conformación de las Cámaras se abren tres escenarios: (a) una paralización institucional en caso de que se instaure un clima de guerrilla permanente; (b) la feria de los votos, donde el gobierno que resulte elegido, para encontrar el apoyo necesario a la aprobación de sus propuestas, deberá, casi literalmente, comprar los votos de los parlamentarios. Esto resultaría en la implementación de reformas ineficientes, por la necesidad de satisfacer a los instintos menos nobles de todos (he sido testigo de esta situación en la Italia de los últimos 20 años); (c) una época de acuerdos virtuosos, donde gobierno y una parte consistente de los parlamentarios de oposición lleguen a acuerdos en beneficio del país.
Si bien el último escenario es un recuerdo reciente en Chile, la fragmentación, no solo parlamentaria, sino también ideológica y social, lo hacen bastante complicado. El futuro de toda manera dependerá de las capacidad del Presidente y de los líderes parlamentarios de llegar a tales acuerdos virtuosos.
Sería bueno que los líderes de todos los partidos y los candidatos reconocieran, una vez por todas, la legitimidad de sus adversarios políticos. Debieran así evitar las desafortunadas declaraciones que evocan (y casi invocan) tragedias en el caso de que ganen sus contendores. Las cicatrices que dejan estas declaraciones se demoran en sanar, cuando lo hacen, lo que hace muy difícil llegar a acuerdos.
Matteo Triossi
CEA,
Departamento de Ingeniería Industrial