La política aislacionista del nuevo Presidente de Estados Unidos ha generado preocupación en América Latina, desde el principio de su presidencia. Dos episodios, en particular, han llamado la atención: los ataques verbales y las amenazas constantes a México y el retiro de los Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico (TPP). Ambos aparecen obedecer a dos aspectos importantes de su campaña presidencial: la xenofobia hacia los inmigrantes latinos (y árabes) y la idea que los acuerdos de libre comercio han robado puestos de trabajo a los estadunidenses.
En esta óptica los primeros pasos de la presidencia de Donald Trump son totalmente coherentes. Es útil preguntarse cuáles serán los efectos de las políticas sobre los países de América Latina, en particular sobre Chile.
A pesar que el retiro de Estados Unidos hace perder al acuerdo del TPP un partner importante (quizás el más relevante), no creo que los términos del comercio entre la Región y Estados Unidos vayan a empeorar de manera relevante. Esto debido a la interdependencia económica creciente entre los países de las Américas. No podemos olvidar que Estados Unidos importa más del 30% del petróleo desde América Latina. Al mismo tiempo, América Latina es un importante importador de gas natural estadunidense, y el principal mercado para los derivados refinados del petróleo, tales como la gasolina. Las empresas estadunidenses realizan importantes y crecientes inversiones en las industrias extractivas y energéticas de la Región. Estados Unidos es entre los socios comerciales más importantes de muchos países de América Latina.
La retórica Trumpiana aparece amenazar esta interdependencia. El Presidente ha prometido impulsar la reducción de las inversiones de las empresas estadunidenses al extranjero, ofreciendo una reducción de las regulaciones (en particular ambientales), y amenazando una subida de los aranceles sobre las importaciones. El objetivo es llevar los trabajos de vuelta a los Estados Unidos.
Hay tres razones que hacen esta estrategia difícilmente practicable. La primera razón es exquisitamente económica. Empezar una guerra de aranceles con los países de la Región dañaría tanto a los Estados Unidos como al resto de los estados involucrados. Contrariamente a lo que se puede creer, los términos del comercio entre los Estados Unidos y los países latinoamericanos son extremadamente favorables para los norteamericanos: el año 2014, el surplus comercial en bienes y servicios con la Región era de casi 15 billones de dólares. El valor de las exportaciones de Estados Unidos a Chile es el doble del valor de las exportaciones estadunidenses a Rusia. El valor de las exportaciones a México dobla el valor de las exportaciones a China. De hecho, Estados Unidos encontraría un entorno más favorable a una expansión comercial en la Región bajo la Presidencia Trump que bajo la Presidencia de Obama: los últimos cambios políticos en Argentina y Brasil han llevado al poder gobiernos más favorables al libre comercio. Y aún sin contar el TPP, muchos países estarían dispuestos a renegociar los tratados vigentes en beneficio mutuo.
La segunda razón es burocrática: anular unilateralmente numerosos tratados de libre comercio con los países de la Región es complicado. Son medidas que deben pasar por el Congreso donde posiblemente no tendrían suficiente apoyo. Alternativamente, esta anulación podría ser el objeto de un orden ejecutivo, lo que probablemente sería anulado por los tribunales.
La tercera y última razón es estratégica. El retiro de Estados Unidos de América Latina abriría una oportunidad enorme para una profundización de la presencia de China en la Región. La presencia del gigante asiático en América Latina es creciente, y en muchos países ya superó la de los Estados Unidos como el socio comercial más importante. Y si bien China, al principio ha entrado como importador de materias primas, ya ha empezado a expandirse al sector energético y financiero. Para las economías de América Latina, China, a pesar de su ralentización, sigue siendo un mercado extremadamente atractivo.
En otras palabras, reforzar la cooperación con América Latina pareciera ser un ingrediente importante para la seguridad de los Estados Unidos, a pesar de las palabras del Presidente Trump.
Estos argumentos hacen deducir que los cambios en la estrategia comercial estadunidenses no terminarán siendo tan drásticos como podría parecer desde una lectura superficial, pero los peligros existen. El retiro de los Estados Unidos del TPP hace necesario impulsar la integración económica regional, dado el entorno político favorable a eso. Esto permitiría, eventualmente, liderar las negociaciones de un nuevo tratado de libre comercio entre los países que firmaron el TPP, con la exclusión de Estados Unidos (y posiblemente Japón). La Alianza del Pacífico podría ofrecer una plataforma para este tratado, considerando el gran interés suscitado por esta organización. Y Chile, uno de los países más desarrollados de la Región, podría asumir un rol de liderazgo por su experiencia en cuanto a tratados de libre comercio.