La pandemia del coronavirus sin duda hizo remecer las estructuras económicas y políticas de los países. Con la rápida propagación que tuvo el virus, pocos países estaban lo suficientemente preparados para enfrentar una crisis de esta envergadura.
Con tal nivel de incertidumbre, los Gobiernos acudieron a la experiencia internacional y especialmente, a la Organización Mundial de la Salud (OMS o WHO por sus siglas en inglés) para obtener recomendaciones y herramientas que los ayudasen a combatir de forma exitosa el COVID-19.
¿Qué es la OMS?
La Organización Mundial de la Salud es la autoridad directiva y coordinadora de la acción sanitaria en el sistema de las Naciones Unidas, responsable de desempeñar una función de liderazgo en los asuntos sanitarios mundiales, configurar la agenda de las investigaciones en salud, establecer normas, articular opciones de política basadas en la evidencia, prestar apoyo técnico a los países, pero especialmente, ser un asesor en tiempos de crisis sanitarias.
Desde el punto de vista de la teoría de juegos, la OMS se comporta como una organización que provee un bien público, ya que, en su rol como agente recomendador, establece políticas que son públicas (no son rivales ni excluyentes), puesto que si un país miembro sigue las recomendaciones estas “no se agotan” ni impiden que otro país también pueda seguirlas, afirma Andrea Canales, Investigadora Postdoctoral del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de O’Higgins e Investigadora MIPP,
En esta misma línea, Matteo Triossi, también Investigador MIPP y Académico de Ingeniería Industrial de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, afirma que “estos bienes públicos son principalmente información, coordinación y ayuda; aunque no esté en sus objetivos oficiales, la OMS ejerce influencia en el sistema internacional a través de la difusión de información a nivel global y ayudando en la coordinación de políticas de salud”.
Al ser un Organismo Internacional conformado por Estados, no está exento de los conflictos mundiales ni mucho menos, de los problemas bilaterales que los Estados miembros puedan tener entre sí. En uno de los momentos más decisivos de su historia, la OMS se ve enfrentada a un futuro en que su rol se vuelve clave en el combate de una pandemia en el sistema internacional, y a su vez, a la disputa en cuanto quienes son los responsables de su financiamiento.
La polémica tras el financiamiento de la Organización
El Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó el viernes 29 de mayo que instruirá a su Gobierno para “detener la financiación mientras se realiza una investigación sobre el papel de la OMS en la mala gestión y el encubrimiento de la expansión del coronavirus”, suspendiendo así el financiamiento que entrega EEUU a la Organización, debido a que el mandatario acusa a la OMS de no haber cuestionado lo suficiente al Gobierno de China, donde se originó la pandemia actual y de esta forma, controlar su expansión. Según datos de la BBC, Estados Unidos es el principal contribuyente de la Organización Mundial de la Salud con US$893 millones para el bienio 2018-2019, los cuales representan el 14,67% de todos los recursos recibidos por esa organización.
Por contraste, China tenía comprometidos unos US$86 millones, de los cuales había desembolsado unos US$7,9 millones, equivalente al 0,21% de los fondos totales. Sobre esto Matteo Triossi afirma que “si miramos del lado chino, su Gobierno intentó rápidamente rehabilitarse por su retraso en la respuesta a la difusión del COVID-19, ofreciendo ayuda directa e indirectamente a otros países para cambiar su imagen de “villano” a “héroe”. De hecho, es interesante observar que China, cuando Estados Unidos anunció su recorte, decidió aumentar voluntariamente su contribución”. De esta manera, existe la posibilidad que la decisión estadounidense en cuanto a dejar de financiar a la Organización sea contraproducente, puesto que deja espacio a una mayor influencia china en el manejo de la información sanitaria a nivel global.
Debido a este nuevo escenario, el director general de la Organización, Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunció la creación de una fundación que le permitirá aprovechar nuevas fuentes de financiación, incluyendo los aportes de la población en general, para abordar los desafíos más urgentes de la salud mundial, mediante la obtención de nuevos fondos de «fuentes no tradicionales».
Sobre este cambio de benefactores en el financiamiento que tendrá la OMS, los Investigadores nos entregan sus apreciaciones. Por una parte, Canales afirma que “El impacto financiero de la decisión de Trump es grande, y eso impactará seguramente muchos programas que desarrolla la OMS en el mundo, pero más grave que esto, es el momento donde se toma esta decisión, en un escenario que no habíamos visto en 100 años”. Tal como fue mencionado anteriormente, la Investigadora se refiere a que los bienes públicos si son provistos por privados “se produce menos que lo que sería óptimo para la sociedad, ya que como el bien no es excluyente, el bien podrá ser disfrutado incluso sin contribuir a la OMS (lo que se conoce como free rider), por lo que estos bienes siempre son financiados por el sector público”. La gravedad de que Estados Unidos corte su financiamiento radica en que se estaría comportando como un free rider, beneficiándose sin ser un benefactor del Organismo.
Por el otro lado, Triossi considera que el beneficio de ser parte de la Organización para los países más ricos no es del todo claro, ya que estos cuentan con sistemas de salud superiores a los estándares mundiales. Además, afirma que “la ventaja principal de muchas estas naciones en participar en los Organismos Internacionales es la influencia que pueden ejercer hacia otros países; influencia que en el último tiempo se ha dado de forma unilateral y no bajo el mandato de la multilateralidad. Por lo tanto, los incentivos a contribuir en estas Instituciones han disminuido en el último tiempo”.
¿Qué viene ahora para la OMS?
El futuro y reestructuración de la OMS posterior a esta pandemia, es incierto. Muchos son las y los expertos buscando predecir el comportamiento del COVID-19 para generar estrategias en su combate. Al respecto, Matteo Triossi va un paso más allá y da énfasis en la información que tiene la Organización para dar los lineamientos en materia internacional: “evaluar la influencia de la OMS sobre el manejo de la pandemia (sanitario y económico) es prácticamente imposible en este momento. Se debe considerar que la OMS no produce datos por si misma, sino que recoge y difunde la información que los Estados miembros le proporcionan. Si los datos no son fidedignos, existe el riesgo que las recomendaciones tampoco lo sean”.
Esta pandemia, como nunca antes favoreció la difusión de información científica no verificada en su totalidad, por lo que Triossi finaliza afirmando que “la OMS es un chivo expiatorio bastante cómodo por los errores de cada uno de los países: es de todos por lo tanto no es de nadie. Atribuir la responsabilidad de manejos irresponsables a otros es una antigua y necesaria táctica de la competencia política en el ámbito internacional”.
La naturaleza de las Organización Internacionales Intergubernamentales es precisamente esa, su relación interestatal, de manera que las decisiones tomadas sean en base a los intereses de los países representados y, por ende, en beneficio de las y los ciudadanos de los Estados miembros. Al cambiar el financiamiento y las entidades participantes en la toma de decisión de la Organización, cabe preguntarse cuál será el nivel de injerencia de estas entidades privadas benefactoras, hacia quienes se tomarán las decisiones y cómo cambiará la naturaleza y misión para la que realmente fue creada la OMS.