Un estudio de la investigadora del Instituto Milenio MIPP, Evangelina Dardati, junto a un equipo internacional, revela cómo la combinación de crisis climáticas y conflictos internos acelera la migración global, con efectos que trascienden fronteras.
Las sequías y los conflictos están reconfigurando los patrones migratorios a nivel global. A medida que el cambio climático altera las condiciones de vida, su impacto no es uniforme. En algunos países, la respuesta es resiliencia; en otros, la inestabilidad social amplifica la crisis y acelera la salida de población.
Un nuevo estudio de Evangelina Dardati, investigadora del Instituto Milenio MIPP, en colaboración con Thibault Laurent, Paula Margaretic, y Christine Thomas-Agnan, aporta evidencia clave sobre este fenómeno. La investigación, titulada Climate, Conflict and International Migration, muestra que las sequías se asocian con un aumento en la migración internacional solo cuando en estos países también hay conflictos, particularmente en economías de ingresos medios y altos.
Los hallazgos, obtenidos a partir del análisis de datos de 155 países de origen y 122 de destino entre 1995 y 2020, evidencian que una disminución de una desviación estándar en el Índice Palmer (indicador de sequía) está asociado a un incremento de la migración internacional en un 12% en países en conflicto. Este estudio desafía la idea de que el cambio climático por sí solo genera flujos migratorios masivos y resalta la importancia del contexto político y social.
El clima como factor de migración: un impacto desigual
Uno de los principales aportes de esta investigación es demostrar que las sequías no se asocian automáticamente a migraciones internacionales. En ausencia de conflicto, los efectos climáticos sobre la movilidad son limitados.
En países de bajos ingresos, las sequías no siempre se asocian a un aumento en la migración internacional. Esto puede deberse a restricciones económicas que impiden que las personas abandonen sus países, atrapándolas en regiones vulnerables.
Por el contrario, en países de ingresos medios y altos con conflictos, la combinación de inestabilidad social y crisis climática actúa como un detonante de la migración. La capacidad de migrar depende tanto de las condiciones ambientales como del contexto económico y político.
El estudio empleó un enfoque cuantitativo basado en econometría espacial para capturar no solo los efectos directos del clima y el conflicto sobre la migración, sino también su propagación a través de países vecinos.
Se analizaron tres efectos clave:
- Efecto de origen: influencia de la sequía en los flujos migratorios salientes tanto del país de origen como de países cercanos al origen, cuya migración puede estar correlacionada debido a lazos culturales o a ciclos económicos relacionados. .
- Efecto de destino: Influencia de la sequía en países cercanos a un determinado país de destino.
- Efecto de red: Propagación del impacto más allá de los países directamente afectados, a través de conexiones regionales.
Para medir la sequía, se utilizó el Índice Palmer y el SPEI (Standardized Precipitation and Evapotranspiration Index). La presencia de conflictos se evaluó mediante datos del Uppsala Conflict Data Program (UCDP).
Entre los hallazgos más relevantes, se destaca que, en ausencia de conflicto, las condiciones secas no se asocian a un efecto significativo en la migración internacional. Sin embargo, cuando la sequía coincide con situaciones de violencia, los flujos migratorios se incrementan considerablemente, especialmente en países con mayores niveles de desarrollo económico.
Estrategias para mitigar el impacto de la crisis climática y la migración
Los resultados de este estudio tienen implicaciones directas para el diseño de políticas migratorias y climáticas.
Las conclusiones sugieren que no basta con abordar la crisis climática desde una perspectiva ambiental, sino que es necesario integrar estrategias de estabilidad social en los países más vulnerables.
Esto implica:
- Fortalecer la resiliencia interna en países con mayor riesgo de migración climática, mediante inversiones en adaptación y reducción de conflictos.
- Optimizar la respuesta en países receptores, reconociendo que los flujos migratorios se amplifican en zonas con lazos históricos y geográficos.
- Promover la cooperación internacional, ya que los efectos combinados del cambio climático y la violencia trascienden fronteras y requieren esfuerzos coordinados.
Este estudio del MIPP refuerza la necesidad de adoptar un enfoque integral que considere el cambio climático, la estabilidad social y las dinámicas migratorias como fenómenos interconectados. En un mundo en transformación, comprender estos vínculos es clave para anticipar y gestionar los desafíos globales del siglo XXI.
El estudio también muestra que algunos tipos de conflicots parecen son más relevantes en la asociación entre migración y climat. En particular, los conflictos entre Estados y los que involucran a Estados y civiles parece ser más relevantes. Una razón que explicaría esto es que p suelen ser más graves y prolongados. Al extenderse en el tiempo, incrementan la movilidad de las poblaciones y aumentan la probabilidad de migración en contextos de crisis climática.