A la vista de un ciudadano común la falta de innovación se debe a la falta de competencia, creatividad y arrojo para embarcarse en proyectos que tienen resultados inciertos. La discusión en el país hoy versa acerca de cómo fomentar la innovación dado que esto nos ayudará a escapar de, la conocida, trampa del ingreso medio.
Una mirada cuidadosa y menos voluntarista permite concluir que la falta de innovación es un problema complejo que requiere comprender múltiples factores: i) dado que los resultados de la innovación son inciertos, se requiere que en los estados en que esta es exitosa genere retornos muy altos de forma tal de compensar la alta probabilidad de fracaso; ii), hacer inferencia acerca de la actividad innovadora basada en los proyectos exitosos solo puede llevar a conclusiones sesgadas dado que no observamos todos los intentos de innovación que fracasan, porque cuando ello ocurre no hay resultados observables; iii) la evidencia muestra que los emprendedores, en promedio, tienen ganancias menores que los trabajadores equivalentes que deciden mantenerse como empleados a sueldo. Por ende, emprender requiere ser más optimista que lo que las probabilidades objetivas de éxito sugieren, tener un capital humano que permita ser un ”Jack-of-all-trades”, y tener una baja aversión al riesgo (es decir, asumir riesgo no genera mucha des-utilidad); iv) la evidencia es poco conclusiva con respecto a la relación entre intensidad de la competencia e innovación. Hay evidencia que muestra que la innovación ocurre con alta frecuencia en industrias muy poco competitivas como sugirió Schumpeter (1942), otras que muestran lo contrario como argumentó Arrow (1962) y, más recientemente, evidencia que la relación competencia-innovación tiene forma de U; v) las autoridades de la competencia alrededor del mundo sostienen que la fusiones horizontales dañan la innovación y recientemente están oponiéndose a ellas por esta razón. Esto fue lo que ocurrió con CornerShop en México. Sin embargo, la evidencia y la teoría no son conclusivas al respecto; vi) la evidencia muestra que existe un relación causal positiva entre acceso al financiamiento externo e intensidad de la actividad innovadora.
Como se deduce de lo planteado más arriba, entender la actividad innovadora requiere un análisis mucho más complejo y menos grandilocuente que creer que “se trata de un problema de herederos y rentistas, engordados a la plácida sombra de los monopolios, las colusiones y el tráfico de favores políticos” (D. Matamala) o que se logra solo con políticas de incentivos.
A su vez argumentar que son las grandes corporaciones las llamadas a innovar requiere creer que ellos tienen exceso de recursos e innovaciones con mayor rentabilidad que las propias labores de su actividad más directa y que deciden, por alguna extraña razón, no embarcarse en ellos. Por ende, deciden “dejar plata en la mesa” para otros. Esto implica creer que estos empresarios son de alguna forma altruistas. Creencia difícil de sostener.
Creer que toda actividad que implique extracción de recursos naturales (es “extractiva” es otro error. En un contexto de economía abierta, los países deben especializarse en actividades en las cuales tienen ventajas comparativas. Esto puede ser hecho de forma “extractiva”, lo que implica extraer sin crear otras industrias a su alrededor y conocimiento que puedan ser productivos cuando el recurso natural ya no esté, y puede ser de forma no extractiva. Es evidente, que la explotación de recursos naturales de forma extractiva contribuye al progreso en el corto plazo pero no en largo. Es rol del estado evitarla. Dejar de extraer recursos naturales en los cuales se tienen ventajas comparativa es por otra parte condenarse al sub-desarrollo.
Por último, que en Chile falta competencia es un hecho indudable y que las actividades de influencia están a la orden del día también. La soluciones son: cambiar modelo educativo desde su origen, incentivos intrínsecos y extrínsecos, acceso a capital de riesgo, disminuir la burocracia estatal, disminuir barreras a la entrada, mejorar la legislación relacionadas con el “lobby”, limitar actividades de las asociaciones gremiales, modernizar el estado y la infraestructura pública. De todas estas, el talón de Aquiles es cambiar modelo educativo hacia uno que promueva el desarrollo habilidades de liderazgo y relaciones humanas, que sea flexible para acomodar la diversidad de talentos, que recompense el arrojo, el pensamiento propio y que no castigue el error, y que permita entender la relación seres humanos-inteligencia artificial. Antes de que esto ocurra, veremos muchos shops en muchas corners y mucha extracción de cobre y pocos CornerShops.
Esta columna fue originalmente publicada en Voces de La Tercera.