Desafíos en la definición de los mapuche en Chile

Ene 4, 2021 | Mapuche Data Project

Este artículo, que da cuenta de las complejidades en la identificación de la población mapuche en Chile, fue publicado en 2019 por el Mapuche Data Project, plataforma de investigación que reúne información cuantitativa sobre este pueblo originario, impulsada por académicos de las universidades de Talca, de Chile y Diego Portales, al alero del Instituto Milenio de Imperfecciones de Mercado y Políticas Públicas (MIPP).

  1. Introducción

En Latinoamérica existe una falta de consenso sobre lo que significa ser indígena, tanto en lo social como en su medición (Telles and Torche, 2018; Gundermann et al., 2005; De La Maza, 2014). Esto se expresa, por ejemplo, en los resultados arrojados por los censos nacionales. En Bolivia, la población indígena bajó de un 62% en el 2001 a un 42% en el 2012, mientras que en Chile cayó casi a la mitad entre el censo de 1992 y 2002 (de un 10,3% a un 4,6% en porcentaje nacional). Diferencias tan abultadas son difícilmente atribuibles a cambios demográficos. Explicaciones ante estas variaciones son principalmente metodológicas: las distintas formulaciones de las preguntas y sus categorías de respuesta (wording o framing); quién realiza la clasificación (encuestador o encuestado) y si la identificación como indígena se basa en la autoidentificación o en otros criterios (apellidos, lenguaje, lugar de residencia, entre otras) (Weaver, 2001; Telles, 2014).

Otras explicaciones consideran que estas diferencias se deben al contexto histórico y social del momento en que se realizó el censo; como la discusión sobre la ley indígena en Chile en los noventa, antes del censo de 1992, y la posterior criminalización de los mapuche, que pudo influenciar la baja en la cantidad de mapuche obtenida por el Censo del 2002 (De La Maza, 2014; Gundermann et al., 2005). Estas variaciones sugieren que la pregunta de fondo es acerca de la identificación misma: ¿Qué define lo indígena? y ¿cómo podemos medirlo efectivamente? Estas preguntas reflejan la dificultad para establecer límites claros a la indigenidad, y para poder sistematizarla. La discusión sobre quién es indígena ya se había dado dentro de la antropología (Saldívar and Walsh, 2014), pero no en referencia a contabilizar a esta población a nivel censal.

  1. Diversas cifras: diversidades del ser indígena en América Latina

Telles and Torche (2018) ofrecen una reciente explicación para estas diferencias en la cantidad de indígenas a nivel censal, mostrando que la dificultad en la definición se da precisamente porque existen distintas formas de ser indígena. Algunos se identifican como indígenas en ciertos aspectos, pero no en otros. Este hecho que parece tan simple no se ha tomado en cuenta ni en censos ni en otras maneras de medir indigenidad, pues en ellos se busca un concepto único de ésta.

Estos autores afirman que los distintos indicadores de indigenidad usados por diversas encuestas identifican diversas dimensiones del ser indígena, pero no todos los indígenas se identifican con todas ellas. Existen diversas maneras de vivir la indigenidad y se puede constituir una tipología de ser indígena.

Telles and Torche (2018) identifican tres formas de ser indígena para Perú y México. El primer grupo son los Indígenas Tradicionales. Estos son los más fáciles de identificar, pues se autoreconocen y son reconocidos por otros como indígenas; hablan la lengua, mantienen la mayoría de las tradiciones y presentan mayores niveles de pobreza.

El segundo grupo fue denominado Indígenas Mestizos. Ellos hablan o tienen alta probabilidad de entender la lengua indígena, sus padres hablan o hablaron aquella lengua, pero no se autoidentifican como indígenas según la categorías de respuesta dadas, sino que como mestizos. En su mayoría tampoco son señalados como indígenas por el entrevistador. Este grupo presenta mejor situación socioeconómica que los Indígenas Tradicionales. El tercer grupo es denominado los Nuevos Indígenas; estas personas tienden a identificarse como indígenas, poseen ancestros indígenas y practican ciertas costumbres, pero tienen menos probabilidades que los indígenas mestizos de hablar el idioma. Reportan a sus padres como indígenas, aunque muchos de ellos tampoco hablen el idioma, e incluso algunos no reportan abuelos que hablen el idioma. Estas diferencias de identificación traen serias consecuencias al reportar estadísticas demográficas de la población indígena. Por ejemplo, en Perú la población indígena varía entre 5 y 50%, según el criterio de clasificación utilizado.

  1. Criterios de clasificación para medir indigenidad

En América latina, los principales indicadores para medir indigenidad han sido los siguientes:

  • Ascendencia (apellidos)
    Bustos et al. (2001) definen como mapuche a las personas que poseen los dos apellidos mapuche y sus padres también, es decir, que también padre y madre tengan los dos apellidos mapuche. Mientras otros estudios (Llanquileo, 1996), consideran como mapuche a las personas que cuentan con al menos un apellido mapuche. Fiscella and Fremont (2006) demuestran que el uso de apellidos es muy efectivo para estimar etnicidad en una población, y en el caso mapuche parece ser también un buen indicador, dada la baja cantidad de cambio de apellidos.En Chile ha habido cambio de apellidos, de apellidos mapuche a hispánicos, pero la cifra es baja. Entre 1970 y 1990, 2.365 indígenas solicitaron cambio de apellidos, siendo 2.065 mapuche. Es decir, 0,21% de mapuche se han cambiado el nombre, tomando como total de mapuche la cifra entregada en el Censo de 1992 (Gundermann et al., 2005; Llanquileo, 1996). El cambio de apellidos ha sido más frecuente en medios urbanos, para encubrir los orígenes indígenas. Hoy, con la revaloración de lo étnico, esta conducta es menos común (Gundermann et al., 2005; Silva Tapia, 2017).

 

  • Uso del lenguaje
    En muchos estudios se clasifica como indígena a los que hablan o entienden la lengua (Telles and Torche, 2018). Este criterio de clasificación resulta problemático, pues muchos indígenas ya no hablan o entienden su lengua. Muchos hijos e hijas de hablantes de una lengua indígena se identifican como indígenas, aunque ellos mismos no la hablen, mientras que muchos hablantes de lengua indígena no se identifican como indígenas; como sucede en Perú (De La Cadena, 2003). En el caso mapuche, se estima que el número de hablantes activos de mapudungún varía entre 100 mil y 200 mil, y el número de hablantes pasivos ascendería a unas 100 mil personas más (Zúñiga, 2006).Según la encuesta de Caracterización Socioeconómica de Chile 2013 (Casen) sólo un 11 % de los mapuche declara hablar y entender el mapudungún; otro 11 % declara solamente entender la lengua, y un 76 % dice no hablarlo ni entenderlo. De este modo, entre los mismos mapuche, quienes dominan el mapudungún son una minoría. En Chile, recién en el Censo 2012 se incorporó la pregunta sobre la lengua de pueblos originarios. Los resultados de este censo, que debido a problemas de diseño e implementación no pueden considerarse como completamente válidos, arrojaron que el 1% de la población de 5 años de edad y más puede tener una conversación en una lengua indígena. Dentro de este grupo la lengua mayoritaria es el mapudungún, que contó con 116.621 hablantes, cifra que se acerca a la estimación hecha por Zúñiga (2006).De los que se autoidentificaron como mapuche, el 8,2% afirmó que puede tener una conversación en mapudungún. Estos resultados confirman el proceso de pérdida de idiomas en los pueblos originarios, tendencia que se quiebra en el grupo de 5 a 14 años, que, en vez de disminuir, aumenta. Esto se debe a los efectos de políticas lingüísticas, como la creación del sector de lengua indígena en el currículum escolar y, por otro lado, a la revalorización de la cultura mapuche y el deseo de recuperar las tradiciones perdidas (Silva Tapia, 2017). En el Censo chileno de 2017 no se preguntó sobre el uso del lenguaje de pueblos originarios.

 

  • Lugar de residencia
    El lugar de residencia, ya sea una región o tipo de vivienda, también es un criterio de clasificación basado en la adscripción de los encuestadores o empadronadores. En el caso de Chile, éste fue el criterio de clasificación más utilizado en los censos históricos, aunque luego cambió a otros criterios como la autoadscripción (Chihuailaf, 2006; Gundermann et al., 2005; Pinto, 2010).

 

  • Fenotipo (apariencia física)
    El aspecto físico de las personas no queda fuera de los criterios de clasificación, aunque esto se ha vuelto más complejo, pues han existido cambios tanto en la población como en las definiciones de lo indígena. Además, los grupos indígenas se han etnizado, pues ya no son las nociones de “raza” o de “indio” las que definen lo indígena, sino que la pertenencia a grupos socioculturales discretos (Carvajal and Yuing, 2013). Antes de 1950, los entrevistadores de los censos debían fijarse en criterios como atuendo, calzado y dieta, además de la apariencia física, para clasificar a alguien como indígena (Telles, 2014) y según Gundermann et al. (2005) esto también sucedió con la población indígena del norte de Chile en la aplicación de los Censos de 1992 y 2002.

 

  • Autoreporte
    Al decidir la eficiencia de los criterios de clasificación de indigenidad, una de las pugnas principales es si utilizar el autoreporte o la adscripción por parte de los otros (encuestadores), pues ambos tienen ventajas y desventajas. Desde la Convención 169 de la OIT se utiliza en Latinoamérica la autoadscripción como criterio de clasificación de indigenidad (De La Maza, 2014; Gundermann et al., 2005), pues esto respeta la identificación personal que se supone es siempre biográficamente coherente. Por otro lado, la clasificación basada en el criterio de los otros indica como los indígenas son vistos por otras personas con quiénes ellos interactúan. Este criterio de reconocimiento de los indígenas se basa en marcadores visibles como fenotipos, costumbres y vestimentas, y muchas veces está ligado a la discriminación (Forte, 2013; Telles, 2014). Esto constituye un saber práctico y de sentido común, todo el mundo “sabe” quién es indígena sin saber cómo se sabe.

Este artículo fue orginalmente publicado en el Diario La Segunda.

Artículos relacionados