Niños y niñas en sectores vulnerables comienzan a exhibir rezagos a nivel multidimensional en lenguaje, cognición, salud mental y nutrición desde muy temprano en la vida. Ya a los 3 años, quienes pertenecen al 20% más rico de Chile, tienen mejores habilidades verbales y de vocabulario, como mejores indicadores de salud mental al obtener en promedio 9 puntos más en ambas dimensiones que aquellos pertenecientes al 20% más pobre, brecha que continúa al medir las mismas dimensiones a los 13 años. Resulta indispensable abordar esta brecha. El desarrollo óptimo de las habilidades cognitivas y socioemocionales son fundamentales para el desempeño futuro en una serie de resultados, tanto en el rendimiento escolar y salud mental a mediano plazo, como en el mercado laboral y conductas sociales a largo plazo (Heckman et al., 2006; Cunha, Heckman y Schennach, 2010). En concreto, al comparar los puntajes de la prueba SIMCE lectura para el año 2018, existe una brecha de aprendizaje significativa entre el 20% más pobre y más rico, en promedio de 50 puntos, para las mediciones en 4° básico, 6° básico y II Medio2. Similar efecto se evidencia en la Prueba de Selección Universitaria (estudiantes de colegios particulares pagados obtuvieron en la PSU 2017 aproximadamente 130 puntos más, al promediar las pruebas de Lenguaje y Matemática que los establecimientos municipales), en los ingresos laborales (en 2017, según la encuesta CASEN, el ingreso recibido como remuneración por trabajo del 20% más rico fue 13,6 veces el ingreso del 20% más pobre) y problemas de salud mental como ansiedad y depresión de la población adulta en Chile (la población deprimida en el 20% más pobre, medida por el instrumento Center for Epidemiological Studies depression CESD-10, es 8,8 puntos porcentuales mayor al del 20% más rico, según la ELPI 2017).
Por lo tanto, abordar esta brecha en las etapas más tempranas puede proporcionar una oportunidad para que niños y niñas en entornos vulnerables, puedan alcanzar su potencial de desarrollo y disminuir las desigualdades multidimensionales descritas con consecuencias de mediano y largo plazo en brechas académicas, laborales y de salud mental, lo que explícitamente se traduce en bajos niveles de capital humano, productividad y crecimiento económico. En efecto, un estudio (Jervis, 2012) que utiliza las encuestas ELPI 2010 y 2012 y funciones de producción contemporáneas y de value-added3, muestra cómo las brechas socioeconómicas se reducen una vez que los cuidadores principales se involucran en el cuidado diario de los niños y niñas, por medio de inversiones monetarias como juegos didácticos, y no monetarias como interactuar y pasar tiempo juntos cantando y leyendo historias, entre otras, además de la forma positiva de reaccionar a las conductas de los niños y niñas como se muestra en la Tabla 1 pasando de 0,48 z-scores en el 20% más rico (quintil 5) a 0,34 z-scores para lenguaje (TVIP) y de 0,31 z-scores a 0,13 z-score para salud mental (CBCL). Efectos que son aún menores en ambas dimensiones al utilizar la metodología value-added.
Políticas Públicas como impulsor del Capital Humano
Un creciente conjunto de estudios en neurociencia, psicología y economía, muestra que los primeros años de vida son críticos para el desarrollo futuro de los niños y niñas (Thompson, 2001; Van der Gaag, 2005; Noble et al., 2007; Crawford et al., 2010). Las políticas de primera infancia son el impulso para la inversión temprana en capital humano que se fundamentan en el modelo bioecológico (Bronfenbrenner, 1987; 1994), donde no sólo las Instituciones del Estado y privadas son importantes, sino también el entorno cercano de los niños y niñas y su comunidad. De qué manera los adultos interactúan con los niños y niñas durante sus primeros años de vida afecta cómo evolucionan sus cerebros, y establece el escenario para su desarrollo de lenguaje cognitivo, físico, emocional y mental futuro. Asimismo, la calidad de la crianza es un factor muy importante que afecta el desarrollo de niños y niñas, por lo tanto, la participación de su entorno cercano y de la comunidad debe ser una parte integral en el diseño de intervenciones en la primera infancia.
Así lo prueba un innovador estudio (Attanasio et al., 2019) en el que por primera vez presentaremos evidencia científica acerca, no solo de cuándo es óptimo invertir (de 0 a 3 años, de 3 a 6 años, o en la totalidad) sino también de cómo implementar programas de estimulación temprana que sean escalables y costo-eficientes para el Estado. El programa se está llevando a cabo en 192 comunidades, en 3 distritos rurales de India (Cuttack, Balasore y Balangir) con una muestra de casi 1.400 niños y niñas que al inicio del programa tenían entre 7 y 14 meses. El diseño se basa en un experimento aleatorio controlado en clusters desde el año 2015, con una duración de 24 meses para en la primera etapa de desarrollo humano, de 0 a 3 años, comparar programas de estimulación temprana estructurada, ya sea a través de visitas domiciliarias o sesiones grupales, seguido por una realeatorización en la segunda etapa, de 3 a 6 años, para comparar el impacto de mejoras en la educación parvularia y la mayor involucración de la familia y la comunidad de los niños y niñas, por ende, a principios del año 2020 tendremos 4 grupos como se muestra en el Diagrama 1 (aquellos con intervenciones de 0-6 años, aquellos sólo con la primera intervención de 0 a 3 años, aquellos sólo con la segunda intervención de 3 a 6 años, y aquellos sin ninguna intervención). El estudio entrega la oportunidad única de evaluar el momento óptimo para intervenir en primera infancia, pero a la vez evidencia respecto a cómo el comportamiento de los cuidadores principales, por medio de sus preferencias, creencias y actitudes, como las normas sociales de la comunidad respecto al rol crucial que juegan en la acumulación de capital humano durante los primeros años de vida, impactan el desarrollo infantil en sus múltiples dimensiones. Resultados preliminares encuentran que los impactos en desarrollo infantil son estadísticamente significativos e iguales entre visitas domiciliarias o sesiones grupales, lo que implica una reducción de gastos fiscales si se emplea esta modalidad de entrega, ya que el costo del primero es casi un tercio del segundo.
Inversión Parental en modo Pandemia
Estos aspectos han ganado aún más importancia en los tiempos actuales cuando se ha convertido en responsabilidad de los padres y madres más que nunca, a la luz de la crisis COVID-19 y en sus secuelas, asegurar un desarrollo óptimo de sus hijos e hijas, en ausencia o apoyo limitado de las estructuras y mecanismos institucionales, y las consecuencias económicas que la crisis sanitaria tendrá en las arcas fiscales y el gasto en los programas sociales, como en el aumento de la pobreza y desigualdades. Los cierres de escuelas y las medidas de distanciamiento social, significan que varias de las actividades normales de muchos niños y niñas se han visto interrumpidas, y las madres y padres se enfrentan a una mayor responsabilidad de supervisar y educar a sus hijos e hijas, al mismo tiempo que muchos deben adaptarse al trabajo desde casa. A nivel mundial, alrededor de un 90% de los estudiantes están en confinamiento. El Centro de Estudios del Ministerio de Educación estima que la cantidad de matriculados en educación parvularia y básica para el año 2018 en Chile fue cerca de 2.850.000. El COVID-19 está cambiando la vida familiar, ya que el mayor porcentaje de estos niños y niñas en la actualidad no están atendiendo a las Instituciones de educación parvularia o básica, debido a que el Gobierno de Chile suspendió las clases presenciales en todos los jardines infantiles y colegios del país el 15 de Marzo sin un plazo definido, lo que impactará mucho más fuerte a los niños y niñas en sectores vulnerables, agravando la ya existente brecha de desigualdad presente desde los primeros años de vida.
Diseño y Participantes del Estudio
Durante el 20 al 22 de abril de este año, se realizó una encuesta online con el fin de conocer las percepciones, preocupaciones y cómo madres y padres responden a la crianza de sus hijos(as) en el contexto de la pandemia COVID-19. Para ser elegible en la encuesta, las personas deben ser madres o padres de niños entre 0 y 12 años de edad y vivir en Chile. Un total de 1.695 madres y padres participaron en la encuesta. El estudio encuentra que: un 84,6% son madres; un 14,1% posee educación técnico profesional, un 49,9% posee educación universitaria o licenciatura y un 29,3% posee postgrado; un 63,7% se encuentra casado(a); un 7,3% tiene entre 14-30 años, un 61,4% entre 31- 40 años y 38,6% más de 40 años; un 7,7% en su trabajo actual o su último trabajo es empleador, un 20,8% trabajador cuenta propia, un 63,0% empleado y/o obrero. Según su zona geográfica, un 81,0% vive actualmente en la región metropolitana, 2.6% en la zona norte, 9,8% en la zona centro y 6,6% en la zona sur del país. Con respecto a su situación laboral un 22,4% ha suspendido su trabajo a causa del COVID-19, un 4,8% lo ha perdido, y un 5,9% no se encontraba trabajando al comenzar la pandemia. El número de hijo(as) promedio es 2. La mayoría de las familias, un 56,5%, tiene al menos un hijo(a) entre 2 a 5 años de edad, un 23,8% entre 0 y menos de 2 años de edad, un 39,9% entre 6 y 8 años de edad, un 37,8% entre 9 y 12 años de edad.
Impactos y Preocupaciones de la Crisis Sanitaria
El estudio determina que la crisis sanitaria está sobreexcediendo a madres y padres, un 34,5% de las madres y padres se encuentra con algunos o serios problemas económicos (un 45,4% y 17,8% menciona que se encuentra algo o muy seguro en materia económica, respectivamente) y que el aislamiento social y el teletrabajo se estaban interponiendo en la crianza de sus hijos(as), con 56,9% manifestando que nunca, casi nunca o a veces ha podido compatibilizar su trabajo con su rol de madre/padre. Un 90,8% declara que los establecimientos educacionales de sus hijos(as) han estado cerrados durante la pandemia. Estas condiciones presentan nuevos desafíos a las madres y padres sobre la mejor manera de satisfacer las necesidades de sus hijos(as), donde la mayoría está al cuidado de sus hijos(as) durante todo el día, bajo condiciones de incertidumbre y estrés económicas, financieras y laborales.
Respecto a su nivel de preocupación por el COVID-19, califican su preocupación en una escala de 0 (nada preocupado) a 10 (muy preocupado) como un 7,9, donde sus preocupaciones se relacionan principalmente con un 66,4% a su salud (no mental) y la de su entorno, un 50,7% su salud mental, un 49,6% de la salud mental de sus hijos(as), un 45,4% que el dinero no le alcance, un 33,3% no poder pagar sus cuentas, un 25,6% perder su trabajo y un 18,8% a no encontrar trabajo. Esto sugiere altos niveles de preocupación fundamentalmente en la salud global (mental y no mental).
Interacciones Madres, Padres e Hijos(as) y Métodos de Disciplina
Las madres y padres están lidiando con la crianza y sus funciones laborales sin claridad sobre cuánto tiempo durará la crisis sanitaria. Para muchas personas, mantener a los niños y niñas ocupados y seguros en casa es una perspectiva desalentadora. Para aquellos que viven en hogares de bajos ingresos y con mucha gente, estos desafíos se agravan. El estudio muestra que 57,6% reporta que ella(él) y su pareja están cuidado a sus hijos(as) en el día durante las últimas 2 semanas, mientras un 25,5% reporta que lo hace sola(o). Un 68,9% pasa 6 o más horas diariamente de lo que normalmente pasaba con sus hijos(as) antes de la pandemia. La Figura 1 muestra que mayoría de los padres y madres, un 72,1%, pasan más tiempo de lo habitual en las últimas 2 semanas en actividades educacionales como hacer tareas, aprender números, letras, conceptos, entre otras. Por su parte, un 62,9% cocina y un 53,0% ve televisión con sus hijos(as). Sin embargo, al mismo tiempo reportan que lo más difícil con sus hijos(as), con un 23,0%, es que realicen las tareas de la escuela, seguido con un 18,4% poder trabajar, un 15,7% poder descansar, tener un tiempo para uno mismo y un 15,1% dedicarles a los hijos(as) tiempo exclusivo. Por su parte, un 65,6% cree que sus hijos(as) han aprendido cosas positivas durante la crisis sanitaria, mayoritariamente a compartir en familia, a valorar lo que se tiene, tolerancia/paciencia/autocontrol/ respeto, potenciar la creatividad, autocuidado y responsabilidad. Estas últimas características son esenciales para el desarrollo de funciones ejecutivas o capacidades fundamentales, que son cruciales en el sistema de control y regulación de la mente. Un 47,9% cree que su familia está más expuesta a situaciones de conflicto familiar, sin embargo, un 94,5% reporta que siente que su nivel de cercanía es muy o extremadamente cercano con sus hijos(as) en las últimas 2 semanas, un 91,1% reporta que ha elogiado/felicitado a sus hijos(as) en ese mismo periodo de tiempo y un 98,3% reporta haber demostrado cariño/afecto a sus hijos(as) en las últimas 2 semanas. Lo anterior sugiere que estaría existiendo una inversión parental en capital humano que generaría una mejora de habilidades cognitivas y socioemocionales en el corto, mediano y largo plazo.
Lo positivo es que la mayoría de las madres y padres reportan que se sienten cerca de sus hijos(as). Sin embargo, no hay duda de que muchos están preocupados y angustiados más que nunca, incluso para algunos grupos de madres y padres, las responsabilidades combinadas del trabajo y el cuidado de los hijos(as) durante las cuarentenas del COVID-19, estarían ocupando prácticamente todo el día.
El estudio mide la “Interacción disfuncional madres/padres-hijo(a)” (PCDI), la cuál es una subescala del instrumento “Estrés Parental – versión reducida (PSI, Abidin, 1995)”, que valora si madres/padres se sienten satisfechos con las expectativas que tenían respecto a sus hijos(as) y sus interacciones con ellos(as). Puntajes altos en el constructo PCDI pueden indicar sentimientos de desilusión de una madre o padre, rechazo o enajenación por parte del hijo(a), o la falta de un vínculo apropiado entre ambos. La madre/padre responde 12 afirmaciones con el uso de una escala tipo Likert de 5 puntos con el nivel de acuerdo. Adicionalmente, existe una estandarización de los puntajes brutos en términos de percentiles proporcionada por los autores, que se categorizan en: (i) resultado sobre el normal (1-15); (ii) normal (16-80); (iii) límite (81084); y (iv) clínico (85- 99). A nivel nacional, el instrumento ha sido validado y utilizado en la evaluación del programa “Nadie es Perfecto” (Bedregal et al., 2016) y la ELPI segunda y tercera ronda. El 23,1% presenta un estado clínico, mientras en la ELPI 2017 el porcentaje era un 16,7%. Lo anterior indica que los padres y madres podrían beneficiarse del apoyo clínico que promueva la interacción madre/padre-hijo(a).
Desafíos para la acumulación de capital humano en tiempos de crisis
Si bien el COVID-19 tiene un alcance global, no está afectando a todos por igual. En estos tiempos de crisis mundial, más que nunca el diseño y focalización de las políticas de Estado juegan un rol fundamental. Dado que las primeras experiencias pueden tener un impacto a largo plazo en el capital humano y salud mental, el mantenimiento, reforzamiento o diseño de políticas en la primera infancia es fundamental para evitar el empeoramiento de las desigualdades en el desarrollo humano. Por ende, políticas focalizadas en modificar las preferencias, creencias y actitudes de los adultos que rodean a los niños y niñas (padres, profesores y líderes comunales), y por ello en su comportamiento y en las normas sociales de las comunidades para que en momentos donde las Instituciones no puedan proveer sus servicios, como por ejemplo, visitas domiciliarias o consultas para tratar la salud mental o métodos de disciplina, ésta sea cubierta por adultos en el entorno de los niños y niñas, y en el mejor de los casos, sea complementada. Más aún, la crisis sanitaria también puede ser una oportunidad para construir relaciones más fuertes con nuestros niños y niñas, donde el Estado por medio de políticas, pueda proveer recursos de crianza digitales de acceso abierto para construir relaciones positivas, manejar el mal comportamiento y el estrés de la crianza, además de resaltar el rol crucial que juegan no solo madres, sino también padres en el desarrollo de sus hijos(as). Finalmente, se debería avanzar en promover la productividad laboral, flexibilizando los horarios durante la crisis sanitaria para acomodar las responsabilidades del cuidado de los niños y niñas y el aprendizaje en el hogar con las demandas del trabajo. Todo lo anterior con el fin de facilitar las condiciones para fomentar la formación de capital humano y así atenuar, con el uso de políticas focalizadas, el impacto que esta crisis sanitaria ejerce en el aumento de desigualdades multidimensionales existentes.