La urgencia de avanzar con una respuesta en contra de la Violencia Intrafamiliar
Las respuestas iniciales frente a las alarmantes cifras de contagio por COVID-19, apuntaron a reducir el movimiento social y minimizar los desplazamientos que no fueran estrictamente necesarios con el objetivo de “aplanar la curva de contagio”. Aunque dichas medidas son una respuesta urgente para evitar el colapso de los sistemas de salud público, las mismas denotan una creciente preocupación por sus implicancias sobre otros indicadores de salud pública y que son de semejante importancia. Con base en informes de prensa, comunicados de ONG y mensajes emanados por organismos gubernamentales, se evidencia un aumento preocupante en tasas de violencia intrafamiliar, específicamente sobre la violencia contra mujeres y niño/as. De esta manera, desarrollar una respuesta coherente a problemas de esta magnitud requiere de la coordinación entre diversos actores públicos y la propuesta de nuevas herramientas de investigación que den cuenta de la extensión y la exposición de la violencia intrafamiliar, y cómo esta se agrava cuando las familias permanecen aisladas dentro de sus hogares.
Evidencia temprana de los cambios en la magnitud de violencia intrafamiliar en el mundo.
Hasta el momento, la mayoría de las cifras que dan cuenta de la violencia intrafamiliar son obtenidas de los registros de llamadas hechas por las víctimas a teléfonos de apoyo y denuncia criminal. Dichos registros, han sido anunciados por distintos medios de comunicación (tanto formales como informales) y por entidades gubernamentales, siendo tremendamente importantes para llamar la atención sobre la magnitud de esta problemática. A pesar de que las cifras oficiales aún son preliminares, éstas nos permiten formar una idea de los cambios a nivel macro en varias partes del mundo.
El gráfico n°1, expuesto a continuación, resume alguna de las cifras reportadas a través de la prensa alrededor del mundo. Debido a la naturaleza de esta información, las cifras varían de acuerdo al contexto. Sin perjuicio de aquello, dichas cifras logran reflejar el cambio porcentual en llamadas o denuncias durante los meses de marzo y abril (o en algún período de estos meses), en comparación a los mismos meses durante el año anterior. Se debe destacar que la información ha sido obtenida y reporteada en medios confiables de prensa, pero muchas veces sin proporcionar todas las cifras y datos originales para inspeccionar el cálculo final. No obstante lo anterior, en la mayoría de los casos se da cuenta de dos tendencias: la primera de ellas denota un aumento importante en la cantidad de llamadas realizadas a líneas nacionales de ayuda en situaciones de violencia doméstica, mientras que la segunda advierte un leve aumento – o incluso una reducción- en las denuncias realizadas a policía o fiscalías nacionales.
El caso chileno es un caso emblemático. Según las cifras oficiales reportadas por el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, la cantidad de llamadas al fono 1455 (número telefónico de orientación en casos de Violencia Contra la Mujer) aumentó en un 70% durante el primer fin de semana con amplias cuarentenas en el país, comparado con el mismo periodo durante el año anterior. Sin embargo, cifras dadas a conocer por Carabineros y la Fiscalía Nacional, sugieren una reducción del 14% y 20% respectivamente, de denuncias criminales por violencia intrafamiliar. Incluso en períodos sin cuarentenas y restricción de movimiento, sabemos que hay un sub-reporte significativo en los incidentes de violencia doméstica. La evidencia en múltiples países sugiere que, en promedio, una de cada tres mujeres sufre de violencia intrafamiliar en algún momento de su vida (García-Moreno et al., 2006), siendo tasas muy superiores a la cantidad de personas que formalmente pueden denunciar este tipo de violencia. Una posible explicación lógica del fenómeno observado sobre el alza de las llamadas y una caída en la cantidad de denuncias, es que vivir en cuarentena dificulta aún más la posibilidad de denunciar formalmente la violencia dado que ello requiere salir de casa, a diferencia de llamadas o canales de apoyo ‘silenciosos’, tales como servicios de comunicación vía mensajes de texto o WhatsApp. Precisamente, la evidencia (aunque cincurstancial) presentada por la revista Time (https://time.com/5803887/coronavirus-domestic-violence-victims/) sugiere que esto es una preocupación relevante.
Gráfico 1: Cambios de llamadas y denuncias en tiempos de COVID-19 reportados en la prensa
Poblaciones expuestas y poblaciones vulnerables
El entender exactamente por qué se observa este fenómeno de un aumento en consultas y una caída en reportes, y qué hacer para ofrecer un apoyo real a las familias en crisis, es una pregunta urgente de salud pública. En el caso chileno, la cantidad de comunas en cuarentena hasta la fecha de este artículo, ha seguido una tendencia positiva como se demuestra en la Figura 2A. Y es también así si uno examina la población total bajo cuarentena en el país. En la Figura 2B, se observa que aproximadamente 3,5 millones de personas fueron expuestas a una cuarentena oficial el día 15 de abril, y siguen aproximadamente 2,5 millones de personas en cuarentena al día 23 de abril. Como las cifras iniciales estiman, las personas actualmente están más expuestas a violencia intrafamiliar durante tiempos de cuarentena, sugiriendo que la magnitud del problema ha crecido desde marzo y durante el mes de abril en la medida en que más comunas y mayor población se encuentran en cuarentena. Un patrón similar se evidencia alrededor del mundo. Debido a la extensión del COVID-19, la proporción de países con algún tipo de restricción que implique que las personas pasen más tiempo en su casa, ha ido en aumento. Según el Gráfico n° 3, generado a partir de una base de datos recolectado por el Oxford COVID-19 Government Response Tracker, a la fecha casi todos los países con datos reportados tienen restricciones de movimiento interno.
Gráfico 2A
Gráfico 2B
Gráfico 3: Restricciones de Movimiento Alrededor del Mundo
Se debe señalar que también es cierto que las cifras originales pueden ofrecer solamente una idea inicial de la verdadera magnitud del problema, pues hay varios aspectos que tienden a sugerir que el problema se podría agravar con el transcurso del tiempo. Uno de ellos es que la violencia intrafamiliar aumenta con las pérdidas de empleo o, por lo menos, por causa de las pérdidas de empleo masculino (Bhalotra et al. 2020). Entonces, en la medida que a los períodos de cuarentena se agrega el actual y alto estrés económico, los impactos iniciales podrían ser magnificados. Además, las áreas más afectadas por COVID-19 han ido variando, y así lo demuestra el caso chileno. Justamente, la tendencia general ha sido que las comunas bajo cuarentena han pasado de ser comunas con un ingreso promedio más alto a aquellas con un ingreso promedio más bajo.
La Figura n° 4 presentada aquí, señala el ingreso promedio (extraído de Gattini et al., 2014) de todas las comunas en cuarentena. Las comunas en cuarentena hoy en día tienen un perfil socioeconómico muy distinto al de las comunas en cuarentena a finales del mes marzo, y aunque la evidencia muestra que la violencia intrafamiliar está presente en todos los hogares, independientemente de sus niveles socioeconómicos, también evidencia que la exposición a este tipo de violencia aumenta en aquellos lugares que son económicamente más vulnerables (Ribeiro et al., 2017; American Psychological Association, sin fecha).
Necesidades y Propuestas
Las cifras iniciales han impulsado un arduo trabajo y múltiples líneas de respuesta, tanto formales como informales. Por ejemplo en España, se ha hecho conocida la respuesta del Colegio Farmacéutico Canarias con el uso de una palabra clave. Al decir esta palabra, las personas, víctimas de violencia y que realizan compras en estas farmacias, comunican que están en una situación de peligro y activan un protocolo de apoyo.
El Ministerio de la Mujer y Equidad de Género chileno, ha demostrado el interés en efectuar un sistema similar. Precisamente, se han reforzado las líneas telefónicas y la implementación de una línea de ayuda ‘silenciosa’ a través de mensajes de texto y WhatsApp. Sin perjuicio de aquello, se requiere urgentemente de una mayor investigación que permita entender de mejor forma el alcance del problema, sus causas más próximas, y determinar cuáles son las mejores maneras de avanzar en su solución. En esta línea, hay cinco estudios actualmente registrados y en progreso, según un repositorio económico de European Economic Association enfocado en proyectos relacionados con COVID-19.
Recientemente en el mes de abril, salieron los resultados de una encuesta de percepciones dirigida a las mujeres en Chile, donde se indagan algunas de las principales preocupaciones y creencias derivadas de una muestra de mujeres chilenas sobre los factores más relevantes que puedan generar conflicto en casa durante la cuarentena.
Ciertamente, una respuesta a un problema de esta magnitud requiere de una estimación precisa del aumento en los casos de violencia intrafamiliar y de su variación geográfica y temporal. Además, y aunque esta situación de COVID-19 sea inédita o casi inédita en el último siglo, implica tomar lecciones de lo que se sabe sobre las situaciones que gatillan e intensifican la violencia doméstica, y cuáles son las potenciales maneras de responder a esta situación. Una amplia literatura apunta a factores económicos (Aizer, 2010), y socioeconómicos (Stevenson y Wolfers 2006; Amaral, 2017) como determinantes importantes de violencia intrafamiliar. Además, existen lecciones del estilo de respuestas que podrían tener éxito, incluyendo evidencia reciente mostrando algo de éxito en la instalación de comisarías de policías mujeres en India (Amaral et al., 2020).
Recientemente ONU Mujeres, ha producido una serie de documentos con recomendaciones inmediatas que Gobiernos y Organizaciones de la sociedad civil pueden tomar para responder a esta cifra sanitaria. Esto incluye, entre otras cosas: (a) el fortalecimiento de servicios de atención y hogares de acogida para personas que han sufrido de violencia, y reconocer que éstos son un servicio esencial; (b) recolectar datos desagregados por sexo, tipo de violencia, y lugares donde las personas sufren de violencia e; (c) incluir a Organizaciones comunitarias de mujeres en la toma de decisiones acerca de la prevención de violencia doméstica. También, se nombran algunos ejemplos de respuestas tomadas alrededor del mundo. En el caso de Italia, son los abusadores los que tienen que abandonar el hogar tras una denuncia en lugar de la víctima, y en el caso francés (y otros países) se están ocupando piezas de hoteles para acoger a víctimas de violencia doméstica, debido a que las casas de acogida establecidas han excedido su capacidad. ONU Mujeres destaca el importante rol que juega la sociedad civil en desafiar los dañinos estereotipos de género y que pueden ser acentuados bajo las condiciones actuales de COVID-19.
Conclusión
Aunque la evidencia inicial indica la aparición del problema de violencia intrafamiliar como una consecuencia “inesperada” de las medidas de distanciamiento social, todavía hay mucho que se requiere saber para armar una respuesta coherente y dirigida a poblaciones objetivas. Durante las semanas y meses que vienen empezará a llegar más información de fuentes primarias, incluyendo datos de denuncias y llamadas relacionados con violencia intrafamiliar en Chile. Las cifras hasta el momento son un llamado a la acción y un mensaje claro donde las medidas de protección que se están diseñando como respuesta pública no sólo han de incluir medidas económicas. Fortalecer líneas actuales y desarrollar nuevas herramientas para facilitar apoyo en todo momento, incluyendo acompañamiento durante un proceso de denuncia de violencia familiar, son temas de suma urgencia pública.
Este artículo fue originalmente publicado en nuestra Revista Gazette.