Este martes 22 de septiembre el Senado aprobó la insistencia del Gobierno, habilitando que el proyecto de sueldo mínimo vuelva a ser visto por la Cámara de Diputados, tras ser rechazado en su primer trámite. Y es que la iniciativa no ha estado exenta de polémica. Con varios intentos (fallidos) de negociarla, la propuesta quedó en que el monto pasaría de $320.500 a $322.000, esto es, un incremento de $1.500 pesos con un reajuste de 0% real este año.
Tildado como “miserable aumento” por algunos Diputados de oposición, y criticada incluso por Parlamentarios oficialistas, la discusión sobre el salario mínimo volverá a la Cámara, con la esperanza desde el Ejecutivo de encontrar soluciones intermedias.
El impacto del salario mínimo
Sobre la propuesta inicial del Gobierno, Benjamín Villena, economista e investigador del Instituto Milenio (MIPP), señaló que las valoraciones sobre el impacto del salario mínimo dependían de las visiones sobre el mercado laboral.
Por ejemplo, indicó que cuando le resulta muy costoso a los trabajadores moverse de un empleo a otro, el empleador tiene algún poder de mercado y es una situación de poder monopsónico, el subir el salario mínimo en principio podría ser beneficioso para la economía si las demás condiciones se mantienen constantes. Sin embargo, continuó Villena, las empresas no tendrían un poder de mercado total, por lo que opera el mecanismo más clásico, resultando un encarecimiento del costo del trabajo generando menores contrataciones.
Refiriéndose al Chile pandémico, el investigador argumentó que las condiciones se han deteriorado tanto para trabajadores como empleadores, especialmente aquellos que ganan o pagan salarios mínimos. Al respecto, agregó que tanto la informalidad como el estar fuera de la fuerza de trabajo se han vuelto opciones viables dadas las circunstancias actuales, por lo que un aumento pequeño o nulo del salario mínimo podría ser una opción razonable.
Aumentar el salario mínimo, ¿una buena idea?
Para Benjamín Villena, el utilizar la regulación de salarios mínimos como herramienta redistributiva es un contraproducente. Esto porque, según el investigador, en un país con niveles de informalidad cercanos al 30% del empleo, “una política muy agresiva de aumento de salario mínimo beneficia a un grupo vulnerable, por cierto, pero deja en condiciones mucho más precarias a un grupo que es aún más vulnerable”.
En adición y dadas las últimas crisis sociales, Villena mencionó otra arista a discutir, la cual se relaciona con las medidas de apoyo económico estatales. Sobre el ingreso mínimo garantizado, indicó, un aumento del salario mínimo moderado podría reducir el costo fiscal de esta medida, mientras que, si el salario mínimo se elevara demasiado, la destrucción de empleo que motivaría aquello “podría elevar el costo fiscal de solventar ingresos completos para personas en cesantía”.
Chile y el mundo
Al comparar el salario mínimo chileno con respecto a otros países, ¿hay números rojos? Las cifras de Benjamín Villena son clarificadoras. Si Chile se mide con naciones miembros de la OECD, se evidencia que el salario mínimo en el país es relativamente alto respecto al salario mediano (esto es, el salario que divide el 50% superior e inferior, y que en Chile equivale a unos $400.000) y promedio (unos $570.000 de acuerdo con la última encuesta suplementaria de ingresos (ESI) del INE en 2019).
Al respecto, agregó el investigador, en términos de salario mediano, solo Colombia y Turquía tienen un porcentaje de salario mínimo, referente al sueldo mediano, mayor que el chileno. En términos de promedio general, Chile estaría más abajo, pero en una posición más alta en cuanto a la mediana. “Claramente, el salario mínimo chileno no es bajo relativo a nuestros niveles de salario. Tal vez la percepción más certera es que los salarios son relativamente bajos con relación al costo de la vida; esto es algo con causas mucho más profundas y que no es posible corregirlo sólo con una política de salario mínimo”, concluyó Villena.