Después de más de dos años de pandemia mundial, es clave comprender cómo recuperarse y construir sistemas sociales resilientes diseñados para brindar bienestar a todos los miembros de la sociedad. Los costos de la pandemia de Covid-19 y las diversas medidas sanitarias se han observado en múltiples dimensiones, desde los primeros años de vida hasta la vejez.
Una de las primeras medidas que se tomó en todo el mundo frente a la propagación del Covid-19 fue el cierre de las escuelas. Estas permanecieron cerradas durante períodos particularmente prolongados en América Latina. En marzo de 2021, todavía cerca del 60 % de los niños en edad escolar de América Latina se vieron afectados por la suspensión de los colegios, habiendo perdido más días de clases que cualquier otra región del mundo.
De manera similar, en Chile, las escuelas cerraron a nivel nacional el 16 de marzo de 2020 y comenzaron a abrir, aunque de manera muy gradual, durante agosto de 2020. Para marzo de 2021, solo el 25% de todas los colegios tenían algún tipo de educación presencial, aumentando al 98% para diciembre de 2021, al final del año escolar. La asistencia de los estudiantes, sin embargo, se mantuvo por debajo del 50% del número total de estudiantes.
Debido a esto, una de las problemáticas que se ha comenzado a evidenciar es el bienestar de los niños y en comprender cómo los sistemas educativos formales cumplen una función específica que es la de identificar y denunciar la violencia infantil.
La violencia contra los niños tiene consecuencias a largo plazo en términos de logros educativos y ganancias, y comportamientos antisociales. Una detección temprana del maltrato podría mitigar esos efectos negativos al conducir a intervenciones oportunas que pueden ser más efectivas para modificar el comportamiento abusivo. Las escuelas juegan un papel clave en este sentido, identificando señales tempranas de abuso y maltrato y canalizando estos casos hacia los sistemas de justicia y protección de la niñez.
En este contexto, debido a que existe poca evidencia que documente cuán generalizada ha sido tal ruptura en la denuncia de violencia contra los niños, como también la posible recuperación en la denuncia a medida que las escuelas vuelven a abrir, los académicos Pilar Larroulet, Daniela Quintana, Daniel Pailañir y el investigador del Instituto Milenio MIPP, Damian Clarke, desarrollaron un estudio denominado “Schools as a Safety-net: The Impact of School Closures and Reopenings on Rates of Reporting of Violence Against Children”.
Violencia Infantil Silenciada
La investigación tenía dos objetivos principales. En primer lugar, analizar cómo el cierre de las escuelas contribuyó a una disminución en la denuncia durante un período de tiempo considerable y distinguir entre diferentes tipos de violencia, incluida la violencia física, sexual y psicológica.
Segundo, determinar si esa caída se revirtió una vez que las escuelas reabrieron y, de ser así, en qué período de tiempo y en qué condiciones. Al analizar la recuperación de la denuncia, se podría arrojar luz sobre la relevancia de las interacciones en persona para la identificación del maltrato.
Para realizar el estudio, que se basó en Chile, analizaron todos los informes penales formales de violencia contra la niñez ocurridos en el país hasta diciembre de 2021, que abarcaban la violencia física, psicológica y sexual. Esto se combinó con registros administrativos de reapertura escolar, asistencia y medidas epidemiológicas y de salud pública.
Debido a que incluso hoy la asistencia de los estudiantes a la escuela se mantiene debajo del 50% del número total de alumnos, Chile brinda una oportunidad particular para analizar los impactos a largo plazo del cierre de colegios y la contribución específica de las actividades presenciales a la denuncia de la violencia contra los niños.
Al finalizar la investigación se confirmó que las escuelas actúan como una red de seguridad social para los niños, detectando y formalizando denuncias por violencia que de otro modo podrían pasar desapercibidas. Lo hacen en la medida en que las escuelas brindan oportunidades para interacciones en persona con los maestros y el personal de la escuela que pueden identificar señales de maltrato y denunciar tales casos a las autoridades pertinentes.
“El mayor riesgo de violencia infantil, lo viven en sus propios hogares, siendo los padres, madres y familiares en general los principales perpetradores de violencia contra niños y niñas”, declaró Pilar Larroulet a La Tercera.
En concreto, el estudio concluyó descensos en los informes de violencias, al momento del cierre de clases presenciales. Las disminuciones estimadas en las denuncias oscilan entre -17 % (violación) y -43 % (abuso sexual). Asimismo, las estimaciones del equipo investigador sugieren que el cierre de la escuela y la reapertura incompleta resultaron en alrededor de 2.800 informes “faltantes” de violencia intrafamiliar, 2.000 informes faltantes de agresión sexual y 230 informes faltantes de violación contra niños, equivalente a entre 10 y 25 semanas de informes en los períodos de referencia. Los impactos inmediatos y a más largo plazo del cierre de escuelas representan entre el 40% y el 70 % de los informes.
El investigador del MIPP, Damian Clarke, afirma que “se vio una caída gigantesca en denuncias al momento del cierre de colegios. Casi un 50% en los distintos tipos de violencia”. Además, explica que la falta de denuncias durante los meses de confinamiento “no tiene que ver con la ocurrencia del delito. Pensamos que sí aumentó la violencia, aunque hubo mucha menos denuncia. Eso nos parece preocupante porque creemos que siguieron habiendo escenarios de violencia hacia niños y niñas, pero esta vez sin el recurso legal”.
“Lo preocupante es que debiésemos haber visto un aumento de denuncias, si es que hubo más factores estresantes que pudieron desencadenar en hechos violentos durante la pandemia”, expresa Pilar Larroulet. Es importante destacar que esta disminución se produjo a pesar de las preocupaciones sobre un posible aumento de la victimización de niños y adolescentes, dada la confluencia de factores de riesgo asociados con el maltrato infantil, como el desempleo de los padres y el estrés económico, el agotamiento, las fuentes limitadas de apoyo y el aumento significativo en el tiempo que pasan juntos.
De hecho, otros estudios realizados con profesores y profesionales de servicios sociales, informan un aumento en los conflictos familiares durante los primeros meses de la pandemia de Covid-19. Por lo tanto, los responsables de este estudio afirman que los casos no detectados pueden haber aumentado sustancialmente por encima de los niveles de referencia, con consecuencias a largo plazo en caso de que estas víctimas de violencia no detectadas permanezcan sin ser detectadas con el tiempo.
En segundo lugar, él estudió buscó comprender cómo la reapertura de las escuelas y los desafíos asociados han permitido la recuperación de las tasas de denuncia de violencia contra los niños, que se ha observado claramente que se desploman con el cierre de las escuelas, a pesar de las preocupaciones de que la violencia pudo haber aumentado, y considerar las implicaciones de esto en un mundo post pandemia.
Si bien los informes aumentan con la reapertura de las escuelas, la recuperación de las tasas de informes es lenta. Las proyecciones sugieren que las brechas en los informes se mantuvieron hasta el último trimestre de 2021, casi dos años después del cierre inicial de los colegios.
“Seguimos la población por casi dos años, y vimos que los niveles aún no alcanzan el nivel previo al cierre de colegios. Es posible que hayan muchos casos no detectados, y que las personas sigan en una situación vulnerable”, afirma Clarke.
Políticas Públicas
La importancia de las escuelas y el impacto de su cierre durante la pandemia de Covid-19 se ha observado en una variedad de resultados que incluyen la pérdida de aprendizaje, la salud mental infantil y la desigualdad. Sin embargo, los resultados documentados en el estudio dejan en claro que las escuelas juegan un papel sustantivo como red de seguridad en casos de violencia contra los niños, y que recuperar este canal ha requerido un tiempo considerable.
Además, los académicos sugieren que el continuo cierre de escuelas impone costos potencialmente significativos en el bienestar de los niños, incluso si sólo se consideran tasas reducidas de denuncias de violencia, y que esos costos se mantienen a lo largo del tiempo, lo que sugiere que tales factores deben tenerse en cuenta al considerar los costos de las decisiones de cierre de las escuelas.
Actualmente, los investigadores buscarán información para contrastar con el escenario educacional del 2022, donde ya fueron retomadas prácticamente en su totalidad las clases presenciales. “La clave acá está en la interacción entre personas. En la capacidad de un docente, un profesional de la escuela de observar a un niño o niña. Al calcular cuántas denuncias perdemos, es calcular de alguna manera el límite más bajo de lo que pudo haber ocurrido”, afirman los investigadores.
En ese sentido, los académicos expresan que estos resultados sirven para poder tomar nuevas medidas al respecto.
En primer lugar, se podría capacitar de mejor manera a los profesores y profesionales de la educación para identificar la violencia contra los niños, incluso después de que haya pasado el tiempo, ya que las escuelas con más personal y mejor capacitado tienen mayores posibilidades de identificar el maltrato. En la era post-Covid, esta decisión podría promover la recuperación de las capacidades de las escuelas para observar y canalizar a las víctimas de violencia hacia los sistemas legales y de protección infantil.
Por otra parte, los resultados confirman la relevancia de las interacciones presenciales para detectar casos de violencia contra los niños. Las políticas que fomentan la asistencia escolar o generan alertas en casos de ausentismo frecuente, pueden tener un impacto no solo en las posibilidades de deserción escolar, con todas sus consecuencias negativas, sino que también resultarían en una mayor probabilidad de identificar maltrato.
Finalmente, desarrollar e implementar tipos alternativos de canales de denuncia para niños que experimentan victimización puede ayudar en momentos en que el «canal de denuncia escolar» no está disponible. Por ejemplo, el uso de mensajes de texto u otros servicios de mensajería privada puede brindarles a los niños una forma accesible y más segura de buscar ayuda.