La esperanza de vida en América Latina ha aumentado de alrededor de 50 años en la década de 1950 a cerca de 75 años en la actualidad, y se espera que en dos décadas más esté cerca del promedio de esperanza de vida de las economías avanzadas.
Por su parte, desde los años 50, las tasas de fecundidad han disminuido drásticamente en la región. Por lo tanto, una población sustancialmente más grande de ciudadanos mayores se empareja con una proporción cada vez menor de la población más joven. Como resultado, las tasas de dependencia de la vejez han ido en aumento y se espera que se acelere en las próximas décadas.
En el caso de Chile, según datos de Naciones Unidas, la transición demográfica en el país se encuentra en una fase avanzada, caracterizada por bajas tasas de fertilidad y un aumento de la esperanza de vida al nacer. El resultado de esto es el aumento en las tasas de dependencia de los adultos mayores, cuya aceleración llevará a que la proporción de personas sobre los 65 años, frente a quienes tienen entre 24 y 64 años, alcance aproximadamente el 50% el año 2050.
En otras palabras, de cada 10 personas entre las edades de 25 y 64 años, habrá 5 mayores de 64 años. Es decir, la población de adultos mayores será la mitad de la población de adultos en edad de trabajar.
El envejecimiento de la población presenta varios desafíos económicos, tales como un aumento del gasto en salud y un mayor endeudamiento por parte de los hogares, lo que tiene el potencial de generar una mayor presión sobre las finanzas públicas. También, se reduce la fuerza laboral de la economía y se presentan diversos desafíos para las políticas de salud pública.
Las cifras son preocupantes. Y, si bien no se puede detener el envejecimiento de la población, sí podemos ayudarle a tener una mejor calidad de vida. Para ello, la educación parece ser una pieza clave.
Nivel de Educación
En ese contexto, el académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad de los Andes e investigador del Instituto Milenio MIPP Patricio Valenzuela, junto con la académica Florencia Borrescio-Higa de la Universidad Adolfo Ibáñez, se preguntaron si la educación podría ser una pieza clave para enfrentar los costos asociados al envejecimiento de la población. Por lo tanto, realizaron una investigación que tenía como objetivo examinar si el efecto del envejecimiento de la población en los gastos de atención médica como proporción del Producto Interno Bruto (PIB) se atenúa en los países con mejores niveles de educación.
El estudio “Does Education Mitigate the Effect of Population Aging on Health Expenditure? A Panel Data Study of Latin American Countries” que fue aceptado en el Journal of Aging and Health, utilizó una muestra que incluye 22 países de América Latina entre 1995 y 2013.
La investigación determinó que el envejecimiento de la población aumenta de manera importante el gasto en salud como porcentaje del PIB. Sin embargo, este efecto se mitiga en economías con niveles más altos de educación. Los resultados sugieren que esta última juega un papel fundamental. Es más probable que las personas más educadas sean más saludables a lo largo de toda la vida, y en particular en la vejez, y que tiendan a tener menores gastos de salud como porcentaje de sus ingresos.
En ese sentido, los académicos concluyeron que la educación cumple, así, un rol en resguardar a las personas del deterioro, tanto físico como mental, propio de la vejez y, por lo tanto, es una condición necesaria para tener un menor gasto en salud.
Políticas Públicas
Este estudio tiene consecuencias cruciales para las próximas décadas en Chile, tanto para las autoridades como para los legisladores. Destaca el hecho de que una mejor educación no sólo conduce a mayores ingresos individuales, sino que también es una condición necesaria para mejorar la salud y reducir el gasto sanitario de las personas de edad.
Además, en el contexto de los países en desarrollo, también existe la posibilidad de que una mayor inversión en educación tenga efectos indirectos positivos en las cuentas nacionales al reducir la carga que una población de edad tiene sobre los gastos de atención de la salud, y contribuir a la reducción de la desigualdad no sólo dentro de los países sino también entre ellos a largo plazo.
Los hallazgos del estudio tienen implicaciones de política muy relevantes. Los investigadores afirman que una medida de política pública podría ser enfatizar en el currículo escolar los beneficios de una alimentación saludable (por ejemplo, a través del estudio del etiquetado de los alimentos) y de los beneficios de la actividad física, como así también de la importancia de una educación que permita tomar mejores decisiones financieras. Estas parecen ser inversiones con una alta rentabilidad a lo largo de toda la vida. Estas medidas, afirman los académicos, reducen la carga que tiene una población mayor sobre los gastos en servicios de salud.
Asimismo, agregan que “es crucial que nuestros gobiernos incorporen la temática del envejecimiento de la población en la agenda política y económica y que puedan crear conciencia de los desafíos que involucra este proceso. Una mejor educación actúa como un catalizador, cambiando actitudes que nos permitirán vivir un proceso de envejecimiento más saludable”.