Luego de convertirnos en el primer país en incorporar y resguardar el 50% de los escaños de la Convención Constitucional para mujeres, cabe preguntarse la importancia de dicha inclusión en el proceso y también el camino que hemos tenido que recorrer para alcanzar este punto.
Chile es un país que lentamente se ha tratado de poner al día en temas de equidad de género y, a pesar de que hemos tenido avances, aún estamos al debe. Esta realidad comenzó a cambiar solamente cuando las elecciones pasadas las cuotas de género fueron introducidas, mientras que en países como Argentina, Brasil, Bolivia, Perú, México y Uruguay fueron aplicadas desde los años 90.
La crisis de representatividad en Chile nace de una desconexión de las personas en los cargos de poder con la población general y, por lo mismo, el desconocimiento y desinterés por las necesidades y luchas de los grupos que deben representar. Es por esto que la paridad va más allá de una búsqueda por equiparar la participación de las mujeres en la política, sino que se vuelve necesaria para poner en la mesa y resolver las problemáticas de distintos grupos sociales.
Un estudio a nivel mundial que realicé el año pasado junto con Sonia Bhalotra, Atheendar Venkataramani y Joseph Gómes mostró que la implementación de cuotas de género en distintos países tiene un significativo descenso en la mortalidad materna, problema que si bien no era prioridad en la agenda de los distintos países, sí era una realidad crítica de la población femenina en el mundo. La baja se volvió visible desde el primer año en que se implementan las cuotas y siendo más demostrativa aún en el segundo año. Por lo que se evidenció que la involucración de las mujeres en la política afecta de forma rápida y positiva en la implementación de políticas públicas que apuntan a resolver las necesidades de esa población.
Existen diversos estudios que sugieren que la participación de mujeres en el debate parlamentario y en cuerpos políticos locales fija la discusión y acción en temas sociales de importancia fundamental como en la niñez, donde un estudio en Alemania de Thushyanthan Baskaran y Zohal Hessami demostró que en los municipios que cuentan con altas tasas de concejales mujeres, aumenta la provisión pública de cuidado infantil, y lo mismo sugieren otros estudios en áreas como la salud e igualdad de género.
El hecho de que la presencia de mujeres tenga efectos sustantivos en las políticas debe tenerse en cuenta en los debates actuales sobre la introducción de cuotas de género en la política. Las medidas de participación equilibrada y las leyes de cuotas visibilizan la necesidad de que las mujeres participen en todos los espacios de toma de decisiones, no solo en los cargos de elección popular. Idealmente, la proporción de representatividad no debería ser reservada únicamente para las mujeres, aunque urge su prioridad, dado que representan a la mitad de la población.
En lo ideal, la ciudadanía necesita una voz universal, que se vea representada en toda su amplitud y que cuente con personas indígenas, racializadas, migrantes, en situaciones de discapacidad y con diversas expresiones de género y orientación. Solo así podemos aspirar a construir una sociedad más justa y equitativa, cuya ley no deje fuera a aquellos cuyos problemas han sido ignorados por las decisiones de un grupo minoritario.
Esta Columna fue originalmente publicada en el Diario El Mostrador.