La palestra política occidental parece haber entrado en la época de los extremos. En Grecia, el partido radical de izquierda, Syriza, ganó las últimas elecciones; mientras uno de sus opositores, el partido neonazi de extrema derecha, “Golden Dawn”, logró obtener el 7% de las votaciones, con 18 diputados en el parlamento. En Austria, Norbert Hofer, miembro del populista “Partido de la Libertad de Austria” obtuvo el mayor número de votos en las elecciones presidenciales de este año; en tanto que una encuesta reciente publicada por el periódico Le Monde informa que Marine Le Pen, líder del partido de extrema derecha, “Frente Nacional”, está en el primer lugar de la carrera por las elecciones presidenciales de 2017 en Francia, con el 28% de los votos a favor de su candidatura. Esta divergencia política también se ha esparcido dentro de los partidos políticos – con el ejemplo reciente de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, donde la candidatura de Hillary Clinton, quien se creía era la candidata Demócrata “sin oposición”, fue fuertemente desafiada por Bernie Sanders, el Demócrata Socialista que obtuvo bastantes votos durante las elecciones primarias antes de suspender su campaña. En tanto que, en el otro extremo, el mundo tristemente fue testigo de cómo Donald Trump, una vez rechazado por los miembros de su partido al ser denominado un personaje de historietas, es ahora el candidato oficial del Partido Republicano, después de ganar la mayoría de las elecciones primarias.
Aun cuando Trump y Sanders no podrían estar más lejos el uno del otro en la mayoría de sus ideas políticas, uno de los puntos en el que sus tribunas parecen converger es la fuerte crítica que ambos presentan hacia los tratados de libre comercio y el impacto negativo que la subcontratación laboral ha tenido en el incremento de las tasas nacionales de desempleo. La naturaleza elitista de los tratados mundiales es también, como se explica por The Economist, lo que está haciendo que los líderes de los partidos europeos de extrema derecha suenen como “la extrema izquierda, cuando rechazan acuerdos como la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), propuesto por la Unión Europea y América, un engaño que sólo favorece a las grandes corporaciones”. Mientras el vuelco hacia los extremos en Europa se atribuye al nacionalismo y la xenofobia contra la continua afluencia de refugiados, los votantes en Estados Unidos están más preocupados de la transferencia masiva de la industria manufacturera y de operaciones hacia países con costos de producción más baratos, y que ha sido implementada por una vasta cantidad de compañías norteamericanas.
Esta polarización de la esfera política se ha transformado en tópico de muchos estudios en diferentes disciplinas, incluyendo el reciente trabajo de David Dorn (et al.), académico en Economía de la Universidad de Zurich y el Centro de Investigación en Economía Política CEPR, titulado “Importing Political Polarization?”, el cual fue presentado en un seminario del Instituto Milenio MIPP. El trabajo investiga si la división de partidos en el Congreso de Estados Unidos está siendo gatillada por la fuerte competencia que el mercado laboral del país está enfrentando debido al comercio internacional. Los autores están interesados en investigar si esta tendencia en aumento, en la que los votantes de Estados Unidos apoyan a los políticos que tienen propuestas para legislar desde perspectivas extremistas, es influenciada por los choques del comercio internacional. Como explican los autores, la historia reciente de las políticas en los Estados Unidos se encuentra pavimentada con ejemplos de políticos que toman una posición hostil hacia los acuerdos de libre comercio, especialmente al aumentar la evidencia sobre los efectos adversos que los tratados internacionales tienen en el sector productivo del país. El estatus socioeconómico de clase media, fácilmente adquirido por trabajadores sin título universitario y característico del auge económico desde la década de 1950 hasta 1980, sufrió un impacto serio desde 1990 debido a la competencia de China y otras economías emergentes. Esta fuga de empleos y la consecuente disminución de la clase media en Estados Unidos son dos de los factores principales que han servido de pilares para el éxito reciente de ideologías políticas más extremas.
El tipo de retórica y las críticas que estamos presenciando en las elecciones recientes han sido, en parte, gavilladas por el impacto adverso de los tratados de comercio internacional.
Para estudiar el nexo entre los choques del comercio internacionaly la polarización política, los primeros dos mecanismos que los autores exploran son: “el efecto de anti-incumbencia”, bajo el cual un impacto negativo en la economía, se asocia con el rechazo hacia los políticos en el poder y el partido que representan; y el “efecto de reordenamiento”, en el que el apoyo político de un individuo se transfiere hacia la redistribución cuando su percepción indica un movimiento descendente real o esperado en las oportunidades económicas. Los hallazgos del trabajo confirman que un choque del comercio internacional tiene un efecto descendente en el apoyo hacia el partido de turno, pero no establecen un efecto en un partidismo más grande. Sorpresivamente, los autores no encuentran evidencia empírica para el “efecto de reordenamiento”, lo que a primera vista sugiere que los votantes mayormente decepcionados por la apertura de los tratados, no parecen haber traspasado su lealtad hacia los partidos de izquierda.
En distritos con mayor competencia debido a los tratados internacionales, los candidatos electos tienden a estar más lejos del centro político.
Para explicar esto, los autores prueban un mecanismo menos utilizado, el “efecto de polarización”, en el cual los votantes expuestos al aumento de la competencia por parte de países con mano de obra más barata no abandonan el barco; por el contrario, tienden a votar por los candidatos más extremistas dentro del partido. Dorn et al. encuentran una presencia muy fuerte del efecto de polarización en sus datos, y observan que en distritos con mayor competencia debido a los tratados internacionales, los candidatos electos tienden a estar más lejos del centro político. Los distritos que inicialmente tenían mayor tendencia a votar por los Republicanos comienzan a votar por un Republicano más conservador después del choque del comercio internacional, y los distritos que estaban inicialmente más dispuestos a votar por Demócratas, votan por un candidato más liberal. En un giro interesante, los autores afirman que el efecto de polarización también depende de la proporción de votantes de color en el distrito. Es decir, en distritos donde los blancos son minoría, los Demócratas liberales tienden a ganar, mientras que en aquellos lugares donde los blancos no hispánicos son mayoría, tienden a ser electos los Republicanos más conservadores.
Esta fuga de empleos, y la consecuente disminución de la clase media en Estado Unidos, son dos de los factores principales que han servido de pilares para el éxito reciente de ideologías políticas extremas.
Para capturar el grado de polarización, los autores evalúan el comportamiento real de votación que tienen los políticos electos, usando un índice que primero mide qué tan frecuentemente un representante electo vota a favor o en contra de una legislación. El segundo paso mide qué tan lejos estos votos se encuentran de la oposición ideológica de dicho representante. Por ejemplo, un político puede votar a favor o en contra de una ley en especial. Si dicha ley se considera como parte del planteamiento de la derecha, entonces la mayoría de los políticos de derecha votarán a favor de ésta y la mayoría de los de izquierda votarán en contra. Sin embargo, algunos políticos de derecha votarán en contra y algunos de izquierda votarán a favor. Al medir la frecuencia de estos tipos de votación, los autores pueden medir el grado de centrismo político del representante (o también su falta). Al utilizar esta medida, los autores encuentran un alto grado de polarización política debida al choques de los tratados internacionales, lo que sugiere que los votantes en realidad tienden a defender sus creencias políticas anteriores cuando enfrentan circunstancias económicas difíciles. El trabajo sugiere que el tipo de retórica y las críticas que estamos presenciando en las elecciones recientes han sido, en parte, gatilladas por el impacto adverso de los tratados internacionales. Aunque el consenso entre los votantes de izquierda y derecha, es que el país está pasando por un debilitamiento económico por la competencia de importaciones desde China, que afecta las opciones de empleo, ambas partes no podrían discrepar más en sus creencias con respecto a qué representantes van a entregar la mejor solución. Los autores concluyen que, si bien este comportamiento paradójico no es nuevo en los modelos de formación de creencias, y aunque la polarización no continuará para siempre, en un futuro cercano, el destino del proceso político de Estados Unidos permanece impredecible.