Después de los mercados, el segundo mecanismo más importante para asignar bienes y servicios escasos en una economía moderna son las subastas. De hecho, las subastas son casi tan antiguas como los mercados. Se dice que Markus Aurelius subastó reliquias reales y muebles para cubrir los déficits del estado. En la antigua Roma, en los lugares llamados “atrium auctionarium”, se invitaba a los postores a ver la mercancía antes de la venta. La palabra subasta proviene del verbo latino “auctus” (aumentar) y la palabra en español «subasta» viene del latín «sub hasta” (bajo la lanza), el nombre dado a las subastas que los soldados romanos organizaban para vender su botín de guerra.
En la actualidad, las subastas se utilizan para comprar y vender una amplia gama de bienes y servicios, e incluso, pueden ser un mecanismo de acclaración del mercado de la energía. Las subastas online han crecido exponencialmente debido al aumento en el acceso a Internet. Los sitios de comercio electrónico como EBay no son los únicos que permiten a sus usuarios iniciar y participar en subastas. Google y la mayoría de los otros sitios web, que dependen de ingresos publicitarios a través de las subastas de espacio de publicidad asignado a sus clientes, también aplican el mismo proceso.
Además, las subastas se han convertido en una herramienta clave para el sector público al garantizar la transparencia y la eficiencia de sus ventas y adquisiciones. Los ejemplos más comunes de subastas gubernamentales son la venta de bonos, de licencias para explotar recursos naturales o de derechos sobre el uso del espectro electromagnético, además de las subastas de adquisición para comprar bienes y servicios del sector privado.
Aunque una persona promedio en su vida diaria no participa frecuentemente en subastas, no es dificil recordar la escena de una película en la que el héroe se enfrenta al antagonista en una guerra de ofertas (bidding war). La subasta en esas escenas – donde los postores se reúnen en una sala, comienzan con un precio inicial (llamado precio de reserva en la teoría de subastas) y los postores intentan superarse entre sí aumentando el precio – se conoce como subasta inglesa.
Hay otro formato, llamado subasta holandesa, que se ha utilizado en el mercado de flores de Ámsterdam desde el siglo XVII. La subasta comienza con el anuncio de un precio inicial que es exorbitantemente alto y que empieza a disminuir automáticamente en el tiempo, hasta que un postor acepta el último precio anunciado.
Tanto las subastas inglesas como las holandesas tienen ofertas abiertas en las que todos los postores observan las ofertas de los demás. Alternativamente, una subasta puede tener ofertas privadas, en las que los ofertantes presentan sus ofertas al subastador de manera confidencial, por ejemplo, a través de un sobre sellado. Después de recibir todas las ofertas, el subastador anuncia el ganador y el valor que éste debe pagar para recibir el bien.
En una subasta sellada de primer precio, el mayor postor gana y paga su oferta, lo que denominamos el primer precio. Otro tipo de subasta de sobre sellado es la del segundo precio, en donde el mayor postor gana, pero sólo paga el valor de la oferta perdedora más alta (la segunda oferta más alta), que llamamos el segundo precio. Sin adentrar en los detalles de los diferentes formatos de subasta, se dan estos ejemplos para mostrar que hay numerosas maneras de llevar a cabo una subasta, incluso cuando hay sólo un objeto (o bien) en venta.
Naturalmente, las subastas han sido ampliamente estudiadas por los economistas. El análisis y diseño de subastas, llamado teoría de subastas, es una de las áreas de investigación más importante en teoría económica. El tópico ampliamente estudiado es también el más sencillo: la subasta de un solo objeto. La teoría de subastas nos proporciona un resultado de equivalencia de ingresos, que prueba que cuando hay un solo objeto que vender a los postores que tienen sus valoraciones independientes, cualquier subasta produce los mismos ingresos esperados para el vendedor.
La intuición detrás del resultado puede explicarse utilizando los ejemplos de subastas de oferta sellada de primer precio y segundo precio. En la subasta de primer precio, los postores tienen un incentivo para no revelar sus ofertas a fin de pagar menos en caso de que ellos ganen. Ningún oferente estaría dispuesto a ofrecer el valor real más alto dispuesto a pagar.
Por otro lado, en una subasta de segundo precio, ya que el ganador no paga su propia oferta, sino la oferta perdedora más alta, esconder las ofertas no es beneficioso. Por lo tanto, las ofertas en una subasta de segundo precio serían más altas que las ofertas de una subasta de primer precio. La equivalencia de ingresos establece que la pérdida de ingresos por la imputación del segundo precio al ganador se compensa con ofertas más altas, y ambas subastas aportarán los mismos ingresos en los términos esperados.
La equivalencia de ingresos en la venta de un solo objeto significa que, desde el punto de vista del subastador, es difícil diseñar una mala subasta. La mayoría de las subastas privadas, que se utilizan principalmente para vender productos de valor como obras de arte o de colección, caben dentro de esta categoría. Pero la equivalencia ya no es válida en casos que hayan varios objetos a vender, o cuando las valoraciones de los postores no son independientes entre sí, o también cuando los postores tienen restricciones presupuestarias. Estos casos que invalidan la equivalencia de ingresos son muy comunes en las subastas públicas. Por lo tanto, para la mayoría de las subastas celebradas por el sector público un mal diseño puede dar lugar a pérdidas significativas.
Las subastas gubernamentales más publicitadas, que también aportaron las mayores rentas, son las subastas de espectro electromagnético para la venta de licencias a empresas de telecomunicaciones. En el año 2000, cinco licencias fueron vendidas en la subasta de espectro de 3G en el Reino Unido. Dichas licencias fueron diseñadas con la guía de expertos como Ken Binmore, Peter Cramton y Paul Klemperer. Esta fue una subasta abierta en la que los participantes pudieron observar la identidad y las ofertas de los demás. La licitación abierta permitió una intensa competencia y generó unos ingresos de 22.5 billones de libras, una cifra muy superior a la estimada.
Sin embargo en 2001, cuando las autoridades turcas intentaron vender dos licencias para 3G utilizando una subasta de sobre sellado, no sólo los ingresos fueron inferiores a los esperados pero además la subasta logró vender sólo una de las licencias, mientras que la segunda no se vendió. La subasta, diseñada por burócratas turcos, fue diseñada para tener dos etapas. Una de las licencias debía ser vendida en la primera etapa y la segunda en la segunda etapa. Cada una de las etapas fue una subasta de sobre sellado de primer precio, con la condición de que el precio ganador de la primera etapa debía convertirse en el precio de reserva (oferta mínima aceptable) de la segunda etapa.
El valor estimado de cada licencia era de entre 1-1, 5 billones de dólares. En la primera etapa la oferta más alta fue exorbitante: 2.525 billones de dólares. Esta oferta ganó la primera licencia, pero ningún postor participó en la segunda etapa porque la oferta ganadora de la primera etapa es lo que sirve como el precio de reserva. En cierto modo, el ganador de la primera etapa compró ambas licencias, eliminando de forma preventiva la futura competencia en el mercado.
La oferta con el segundo valor más alto en la primera etapa fue de 1.350, y la tercera más alta en la misma etapa fue de 1.224 billones de dólares, por un total de 2.574 billones de dólares. Por lo tanto, el resultado de la subasta no fue óptimo en dos aspectos: i) las dos licencias podrían haber sumado por lo menos 49 millones de dólares más del segundo y tercer postor (teniendo en cuenta que existía un postor tan agresivo, es plausible. que una subasta de sobre abierto podría haber provocado ofertas aún mayores entre los licitadores) y ii) una licencia menos vendida significaba una empresa menos en el mercado, disminuyendo la intensidad de la competencia.
Otra complejidad en el diseño de las subastas públicas es que tienen consecuencias económicas y políticas más amplias que las subastas privadas. En la mayoría de los casos, se espera que las subastas públicas sirvan para algo más que para la maximización de los ingresos (o la minimización de los costos en el caso de adquisiciones), y existen disposiciones legales establecidas para asegurar que los resultados de las subastas estén en consonancia con los objetivos de las políticas. Los gobiernos pueden querer favorecer a las pequeñas y medianas empresas cuando están pujando contra las grandes empresas o discriminar positivamente a favor de ellas cuando son de propiedad de minorías o de mujeres. En la venta de licencias de pesca o de madera, las comunidades locales pueden ser beneficiarios de prioridad o asignación de cuotas. Por ejemplo, en Chile es establecido por ley que al menos el 40% de las licencias de pesca subastadas deberían asignarse a pequeñas o medianas empresas.
Estas disposiciones legales casi nunca especifican cómo debe ser implementada la subasta. Como lo señala la experiencia de la subasta de espectro turca del 2001, el diseño de subastas es una tarea difícil incluso sin los requisitos añadidos de dichas disposiciones. Una subasta mal diseñada no sólo corre el riesgo de incurrir en pérdidas tanto en términos de ingresos del gobierno como del bienestar social general, sino también puede traicionar el espíritu de la ley al mismo tiempo que se cumplen los requisitos legales. Por ejemplo, si las pequeñas y medianas empresas pesqueras en Chile participan en una subasta de licencias de pesca, y terminan pagando mucho más por unidad que las empresas más grandes, incluso cuando se les asigne el mínimo legal del 40% de las licencias, el resultado no estaría acorde con el espíritu de la disposición.
Las cuotas y subvenciones discriminatorias similares son comunes en varios países, incluyendo los Estados Unidos, y hay una creciente literatura sobre el diseño y la eficacia de tales subastas discriminatorias que favorecen a un subconjunto de licitantes. Dado que cada país tiene su propio conjunto de leyes y disposiciones, es imposible proponer un diseño de subasta que pueda servir a todos los casos. Casi todas las instancias de subastas públicas discriminatorias son únicas y requieren un análisis exhaustivo tanto de la disposición legal como de la actividad económica subyacente relacionada con ellas.
Mi proyecto regular FONDECYT titulado «Subastas de contratación pública con Subvenciones y Cuotas de Licitación» tiene como objetivo proporcionar nuevos resultados teóricos para profundizar nuestra comprensión de la cuestión y de los diseños innovadores de las subastas, y así asistir a las autoridades públicas a alcanzar los objetivos políticos de manera eficaz.
En un informe técnico preparado para el Ministerio de Economía de Chile en 2016, junto con Juan Escobar, Ronald Fischer y Matteo Triossi, se propuso una serie de diseños para ayudar a mejorar la venta de licencias de pesca. Nuestros diseños están orientados tanto a simplificar el proceso de licitación como a favorecer a las pequeñas y medianas empresas. En el Instituto Milenio MIPP, siempre estamos deseando colaborar con instituciones públicas para ayudar a implementar subastas públicas que mejoren la calidad de vida de la población y la eficiencia de la economía chilena.